Sin planearlo, compré un pasaje a Guatemala. Las cosas se fueron dando y el destino me tenía preparada una gran sorpresa.
Este gran sueño comenzó en India, continuará en el Sudeste Asiático, y terminará en Europa. Por Maximiliano Correa.
Tenía 18 años, ni un viaje al extranjero en el cuerpo y un destino claro: Perú. Así, con cuatro amigos más nos embarcamos en el primer gran viaje de nuestras vidas.
Como dice Tim Cahill, “un viaje se mide en amigos, no en millas”. A eso yo le llamo el factor común.
Mi sangre gitana me pedía pedía a gritos salir a recorrer el mundo. Hasta que decidí cumplir mi gran sueño: dejarlo todo y partir.
Aunque al principio no me gustó la idea de quedarme en una pensión, dos días fueron suficientes para encantarme con esta manera de hospedaje en la Polinesia.
Mi viaje por el Amazonas continúa a bordo de un barco carguero algo incómodo, pero que hoy recuerdo con nostalgia.
Después de pensarlo y darle miles de vueltas, tomé la decisión: me voy a recorrer el mundo. Me voy sin itinerarios ni planes predefinidos. La sorpresa es la gracia de este desafío.
Que un lugar te reciba con un «Bienvenido: anímate, reduce la velocidad y relájate», te genera grandes expectativas. Por eso, decidí dejar mi vida en Brisbane y comenzar de cero en Byron Bay.
El Camino de Santiago es el lugar perfecto para salir a buscar historias. Para mí, los 800 km que me definirían como viajero.
Mi viaje comenzó en Iquitos, con animales salvajes, pueblos perdidos en la selva e innumerables aventuras.
Existe un lugar que une Chile con Argentina, cruzando bellos lagos. Ahí descubrí uno de los paisajes más lindos que he visto.