Guatemala: destino de sueños viajeros


Banner Faro Tours
Banner Faro Tours

Sin planearlo, compré un pasaje a Guatemala por un mes. Sin esperarlo, tuve uno de los mejores viajes de mi vida. Y sin saberlo, el destino nos tenía preparados muchos sueños viajeros.

Orilla de lago y hermosas vistas

Santa Cruz, Lago Atitlán

Era un frío domingo de invierno y yo estaba aburrida, cesante y chateando en Facebook con mi primo que, a diferencia mía, llevaba meses recorriendo Latinoamérica.

– Cami, cacha que tengo que salir de México por la visa, así que voy a aprovechar de recorrer Guatemala por un mes– me contó entusiasmado Teo.

– No, qué envidia. Yo lo único que quiero es escaparme del frío– le respondí.

– Pero vente po’, yo parto en tres días más.

– ¿Estás seguro? ¿No te molesta viajar con tu prima?– le pregunté, mientras en otra ventana iba buscando pasajes de Santiago a Ciudad de Guatemala.

– Vente no más.

Así, compré el pasaje sin pensarlo y en tres días estaba embarcándome en esta nueva aventura.

Viajera Faro en Tikal, Guatemala

Con Teo en Tikal

Los franceses

Llegamos a San Marcos, un pueblo hippie a orillas del lago Atitlán, donde vendían “galletas de la felicidad” y todo parecía ir a otro ritmo, uno perfecto para mí. Nos quedamos en el hostal “La Paz”, donde había cenas grupales todas las noches con comida vegetariana.

Durante una de estas comidas, mi primo tomó su guitarra y se puso a tocar y cantar, robándose toda la atención y haciendo que nuestro viaje fuese perfecto, ya que todos querían conversar con nosotros. Fue así como conocimos a Manu y Vanessa, una pareja de franceses que llevaban cuatro años recorriendo el mundo en yate junto a sus dos pequeños hijos, Benjamín y Elisa. Después de largas horas conversando, Manu nos invitó a recorrer con ellos en su yate.

– Es mi sueño– me dijo mi primo.

– Sí, entretenido, pero su yate está súper lejos y no sé si nos quedan tantos días. Cachemos en el camino– le respondí.

Dejamos San Marcos con la típica sensación nostálgica del viajero. ¿Será que nunca más nos toparíamos nuevamente con los franceses?

Una utopía en medio de la selva

Seguimos rumbo a Semuc Champey, uno de mis lugares favoritos en el mundo. Llevábamos tres días en un hostal de difícil acceso llamado Utopía –en medio de una selva donde realmente se vivía una realidad perfecta–, cuando de pronto aparecieron los franceses.

Nos abrazamos, nos reímos y les dimos todos los tips para que disfrutaran de esa zona, ya que al día siguiente nos íbamos. Al momento de despedirnos, nos dijeron que la invitación al yate seguía en pie, pero les aclaré que era difícil que llegáramos, porque nos desviaría completamente de nuestra ruta.

Camila en un balcón en Semuc Champey

Feliz en Semuc Champey

Tomamos un bus rumbo a Tikal, uno de los mayores yacimientos arqueológicos de la civilización maya precolombina. Después de 12 horas de viaje llegamos al hostal y me pidieron mi pasaporte para registrarme. No lo encontraba. Di vuelta la mochila y nada. Saqué prenda por prenda y el maldito pasaporte no aparecía.

– ¿Qué mierda hago?– pensé. Tendría que devolverme inmediatamente a Ciudad de Guatemala a hacer el papeleo para sacar nuevo pasaporte y así poder tomar el avión de vuelta. Sólo me quedaba una semana en Guatemala y, sin lugar a dudas, era lo peor que me podía pasar en ese momento.

– Haz memoria, Camila, no se te puede haber perdido– me decía Teo. La última vez que lo había visto fue en el hostal Utopía, cuando estábamos riéndonos con mi primo de lo mal que me veía en la foto.

Salí corriendo a buscar un teléfono público y llamé al hostal.

– Hola, disculpa, estuve hace unos días allá y se me perdió mi pasaporte, ahora estoy en Tikal. Mi nombre es Camila Da Silva.

– Sí, encontramos uno, déjame buscar el nombre– me dijeron. –Sí, de Chile, acá está tu pasaporte. ¿Cuándo vienes a buscarlo?

Imposible. Eran 12 horas en bus y una hora en el pickup de una camioneta cruzando la selva para llegar al hostal.

– Pucha, no, no puedo ir a buscarlo, no alcanzo. Pero ¿estarán aún unos franceses? ¿Una pareja con dos hijos?

– Sí, aquí están, te los paso– me dijo la persona del hostal.

– ¡Vanessa! Vamos a tener que aceptar tu invitación al yate. ¿Nos juntamos en dos días en el club de yates de Río Claro? ¡Y por fa’ llévame mi pasaporte!– le dije.

El destino lo quiso así. Conocimos Tikal y nos tomamos un bus hasta Río Claro. Recuperé mi pasaporte y disfrutamos los últimos días como jamás imaginamos: dos mochileros roñosos en medio de un club de yates, comiendo camarones con salsa de mango y disfrutando de una piscina maravillosa con la vista tropical de Guatemala.

Grupo de gente en un yate a vela en Guatemala

En el yate con los franceses

Comentarios