Mientras el sol se escondía, se oía la rica música de una banda de steel y yo me convencía de que este lugar del mundo tiene todo el derecho a autodenominarse “la isla feliz”.
Nuestro transporte transformó el viaje en una experiencia única e inolvidable, haciendo que algunos pormenores ceilandeses pasaran por alto.
Intentamos tragar nuestro almuerzo con los ojos llenos de lágrimas y a punta de hipo por la risa que nos dio esta historia.
Siempre me preguntan por qué repito los lugares para viajar si existen tantas opciones. Pero para mí San Pedro es un lugar mágico.
Con el corazón roto, sin trabajo y el alma insatisfecha de la vida, me fui a descubrir el secreto que mantiene felices a los ticos.
Cuando estaba en cuarto año de Historia llevaba varios miles de páginas de historia europea leídas y mis ganas de llegar al Viejo Continente ya eran insuperables.
Santorini es un pedazo de paraíso rodeado de mar turquesa de ensueño, y riscos coronados de construcciones mediterráneas blancas como perlas. Por Rosario Infante.
A pesar de lo que pasó, nada nos detuvo. El tiempo se debe aprovechar y nada puede impedirnos seguir la aventura.
Desde San Petersburgo cruzamos en tren a Moscú, donde sólo quería conocer la Plaza Roja y hacerle una visita a Lenin.
El más lindo amanecer, las ruinas tragadas por la naturaleza y los tranquilos caminos que conectan los diversos templos del Angkor en Siem Reap.
Recuerdo que anoté en un papelito que esa ciudad estaba todavía muy despierta para entender su propio silencio.
Cuando existe una pasión compartida con la familia, viajar tras la buena música se vuelve una experiencia inolvidable. Lo sé porque lo he vivido.