Aruba, chill out y relax


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Mientras el sol se escondía, se oía la rica música de una banda de steel y yo me convencía de que este lugar del mundo tiene todo el derecho a autodenominarse “la isla feliz”.  

 

Playa de Aruba

Relajo total en la playa

El viaje no fue corto. Pasaron unas 15 horas desde que salí de mi casa hasta que llegué al destino final, tomando en cuenta una escala de cinco horas en Bogotá. ¿Pero quién podría quejarse cuando llega a un lugar donde la temperatura promedio es de 27 °C, donde las playas son paradisíacas y los atardeceres inolvidables? Aunque eso no es todo.

“¡Bonbini!”, fue lo primero que oí cuando aterricé en Aruba. Significa “bienvenido” en papiamento, el idioma oficial del país que cada día recibe con los brazos abiertos a los viajeros.

Salí del aeropuerto y allí estaba Oranjestad, la ciudad puerto y capital de la isla, ubicada a sólo 25 kilómetros hacia el norte de Venezuela. Aquí viven unas 30 mil personas que despiertan cada día en una tierra alegre, más seca que húmeda, pero rodeada de las mejores playas del mundo y un mar de ensueño.

El calor penetra por los poros rápidamente, aunque el viento fresco lo apacigua y hace que la sensación térmica sea muy agradable. Me cambié los pantalones y la blusa por un vestido y me entregué a la llamada “isla feliz”.

Aruba tiene algo especial, es diferente al resto de las islas del caribe y eso tiene que ver con su influencia holandesa. Pese a que es un país independiente con un sistema gubernametal propio, permanece como parte del reino de los páises bajos y se rige por sus leyes. Y es justamente esa mezcla la que la hace distinta. Gente cálida y amable, música por todos lados, colores, sabores y orden a la vez.

Bandera Faro

¡Con la bandera de Faro!

Un día común en Oranjestad

Está claro que el principal atractivo de Aruba son sus playas. Por eso la mayoría de los hoteles tiene salida directa a ellas. Lo mejor es que hay para todos los gustos: de arena más blanca, de agua más cálida, de mayor o menor profundidad, para nadar, para surfear, para bucear, para contemplar y para descansar.

En la tarde, y después de pasar una buena cantidad de horas en la playa, di un paseo por las coloridas calles de Oranjestad. Allí se pueden encontrar diversas tiendas, tanto internacionales como nacionales. Si se trata de comprar algo autóctono, los productos de aloe vera son un clásico, porque son fabricados en la misma isla y tienen propiedades ultra hidratantes.

Más tarde, apenas el sol se esconde, la música se enciende y las mujeres salen con sus mejores tenidas a lucir el bronceado fascinante. Lugares para comer y bailar sobran. Se trata de caminar por las bulliciosas calles del centro y elegir en el momento. Recomiendo el restaurant Papillon, ubicado en Irausquin Blvd, que ofrece gastronomía francesa en base a productos frescos de este Caribe holandés.

Parque Nacional de Arikok

Parque Nacional de Arikok

Las maravillas Parque de Arikok

Cuando se trata de hacer algo diferente a tomar sol, el panorama está claro en Aruba: visitar el Parque Nacional de Arikok, una reserva nacional que ocupa casi el 20% de los 180 kilómetros que tiene la isla. Ubicado justo en el centro, es un desierto donde se preseva una gran diversidad de vida silvestre, cactus e increíbles formaciones rocosas. Desde ahí la vista hacia Aruba es imponente.

En el mismo parque se encuentra la cueva de Fontein, donde se pueden ver restos históricos como las pinturas de los indios Caquetío, que habitaron la zona hace tantos años. Apenas entré a ese lugar sentí un olor extraño, eran los murciélagos que volaban sobre mí. Podría parecer asqueroso, pero en realidad esta especie no transmite enfermedades e, irrisoriamente, es la más querida en el país porque, al igual que las abejas, polinizan y gracias a eso se mantiene este increíble ecosistema.

Jolly Pirates, Aruba

En el Jolly Pirates

Saliendo de ahí caminé por un sendero que me llevó hasta una laguna. La gente estaba sentada en el agua y se reía nerviosa. Era por las cosquillas que les hacían los peces mientras les comían la piel muerta de sus pies. Un verdadero spa natural.

Antes de dejar el parque fui hasta la playa Boca Prins, para probar la cerveza Chill, perfecta para refrescarse después de un largo paseo.

¡Vida de pirata!

El último día fui a Moomba Beach para tomar el Jolly Pirates, un barco que navega durante cinco horas por las cálidas aguas de la isla en compañía de música caribeña, bar abierto y rica comida. Desde allí un piquero con gualetas y snorkel basta para conocer el mundo submarino de Aruba compuesto por corales y peces de todos los colores. Una experiencia inolvidable.

Bajando del barco fui a conocer el West Deck, un beach bar que me habían recomendado. A la orilla del mar, y con toda la onda caribeña, ofrece platos marinos realmente exquisitos. Cebiche, maji maji, atún y calamares son sólo algunos.

Para terminar  la increíble jornada fui a pasar el atardecer a una playa donde ya casi no había nadie. Allí me instalé  bajo un árbol típico de Aruba llamado divi a disfrutar del chill out y relax. Mientras el sol se escondía, se oía la rica música de una banda de steel y yo me convencía de que este lugar del mundo tiene todo el derecho a autodenominarse “la isla feliz”.

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