No quería saber cómo se vacaciona en una playa sudafricana, quise vivir en una. Y luego de buscar y buscar, y tener mucha suerte, encontré un voluntariado en un hostal en Jeffreys Bay.
Como dice Tim Cahill, “un viaje se mide en amigos, no en millas”. A eso yo le llamo el factor común.
Cuando llegas a este pueblo, todas tus percepciones cambian. Quieres quedarte a vivir ahí, y te da lo mismo que te queden cientos de lugares por recorrer. Pai es el paraíso.
Mi sangre gitana me pedía pedía a gritos salir a recorrer el mundo. Hasta que decidí cumplir mi gran sueño: dejarlo todo y partir.
Me gusta vivir experiencias que me involucren con la cultura del lugar. Así fue como, durante mi viaje por Alemania, encontré una novedosa manera de lograrlo: me convertí en un granjero.
Aunque al principio no me gustó la idea de quedarme en una pensión, dos días fueron suficientes para encantarme con esta manera de hospedaje en la Polinesia.
Que un lugar te reciba con un «Bienvenido: anímate, reduce la velocidad y relájate», te genera grandes expectativas. Por eso, decidí dejar mi vida en Brisbane y comenzar de cero en Byron Bay.
Con 26 años y unas ganas locas por conocerlo todo, comencé mi «eurotrip» en Frankfurt. Y la ciudad nunca dejó de sorprenderme.