Holanda logró dejarme loca. No me arrepiento de nada de lo que hice y me quedé con cuatro buenos motivos para volver.
Desde San Petersburgo cruzamos en tren a Moscú, donde sólo quería conocer la Plaza Roja y hacerle una visita a Lenin.
Vivir afuera debe ser una de las vivencias más estimulantes en la vida, y Sídney es una de las mejores ciudades del mundo para hacerlo.
Cuando vi Perdidos en Tokio, creo que conocía cuatro países. Desde allí, llegar a esta ciudad siempre fue un sueño pendiente.
Sin pretensiones turísticas, Rabat es coqueta, sin esmerarse en deslumbrar con encantos artificiosos ni recrear un mundo que sólo existe para el turista.
Me di cuenta de que la realidad de Río es incluso más potente y mágica de lo que yo imaginaba. Por Andrés Bartelsman.
¿Quién dijo que no valía la pena visitar Singapur? A pesar de que no estaba en mi itinerario, terminé quedándome una semana entera, y me faltaron muchas cosas por ver y hacer.
Si no hubiera estado de vacaciones, me habría quedado a vivir en Dubrovnik. ¡Apuesto a que tú también te tentarías!
Como nadie se ha encargado de mostrar a El Líbano más allá de la guerra, lo haré yo. ¡Vale la pena conocer el país!
Me imagino recorriendo Londres con los pies acalambrados de tanto caminar, pero contenta de haber cumplido mi sueño viajero.
Estuve en Kuala Lumpur hace varias décadas y no me gustó mucho. Durante mi viaje por el Sudeste Asiático decidí volver y me sorprendrí: la ciudad logró conquistarme por completo.
Después de visitar Northumberland, un sueño que nunca supe que necesitaba cumplir, los adjetivos de rigor se quedaron cortos, aunque los ojos me brillan al recordarla.