Río de Janeiro: selva de Tijuca sobre Gneis Facoidal


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Si los conquistadores portugueses hubieran llegado en otro mes a la Bahía de Guanabara, Río de Janeiro tendría otro nombre. Pero probablemente la misma identidad, tras 513 años de una historia que siempre ha tenido un importante vínculo con el entorno natural y sobre todo con tres elementos: la roca de sus suelos, la vegetación y el mar. Por Andrés Bartelsman.

 

Laguna Rodrigo Freitas

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Nunca había estado tan sorprendido con una ciudad como cuando llegué a Río de Janeiro. Me alucinó recorrer sus calles cargadas de un imaginario urbano (carteles, semáforos, edificios, luces, ruido), pero enmarcadas en una naturaleza absolutamente viva y exuberante. La vida de la ciudad no radica solamente en sus alegres habitantes, sino también en la vegetación que es, probablemente, el habitante protagonista de cualquier historia de viaje a Río.

Nos alojamos en un departamento en Ipanema, gracias a la hospitalidad de una amiga española, Cris, que en ese entonces había dejado Madrid para vivir y trabajar en la UniRío y el Instituto Cervantes. Ella trabajaba casi todo el día, pero nos proponía panoramas y recorridos, y su novio Wilson, que vivía en la zona sur, nos acompañaba y paseaba por la ciudad.

Ministerio Salud y Educación Brasil

Ministerio Salud y Educación

En cada caminata o viaje en micro no podía dejar de ver la sensacional relación entre los edificios, las calles, las playas y el mar. Tampoco podía separar la vista de  esas favelas o chabolas que crecían y poblaban los morros más increíbles en medio de la ciudad. Se dice que Río está construido sobre tres grandes piedras: Piedra Blanca, Piedra de Gericinó y Piedra de la Tijuca. Estas piedras, o megapiedras, están cubiertas por una vegetación tropical de un verde intenso, lo que a ratos hace dudar de la condición urbana del lugar.

Sin duda, los principales íconos de la ciudad son el Cristo Redentor, construido sobre el Cerro del Corcovado, y el morro del Pan de Azúcar, situado en la boca de la Bahía de Guanabara. Estas dos formaciones rocosas, que resultan ser verdaderas esculturas, permiten ver la ciudad desde sus relieves y apreciar esa relación que tienen lo construido y lo natural. Tanto el Pan de Azúcar como el Cerro del Corcovado son formaciones de Gneis Facoidal, como prácticamente todo el suelo rocoso de la ciudad de Río que tendría unos 600 millones de años desde que se conformó.

Panorámica de Río de Janeiro

Vista desde el departamento

Mi manera de aproximarme a un lugar siempre tiene que ver con intentar entender qué es. Y, en el caso de Río de Janeiro, creo que es un ejemplo de buena arquitectura (la planificada y diseñada, y también la improvisada con recursos totalmente escasos) que alberga una cultura admirable del vivir, entre medio de selva sobre rocas. Y todo esto junto al mar. Es una mezcla que realmente te vuela la mente. No hay ninguna manera de ir a Río y no salir absolutamente admirado por lo potente de la ciudad.

A veces uno se da cuenta de que la realidad de los lugares es incluso más potente y mágica de lo que uno imaginaba. Y eso te permite viajar cientos de veces a ese mismo lugar, sin la necesidad de ir realmente, porque quedaste hipnotizado por esa realidad mágica. Cuando viajas a un lugar así, generas la oportunidad de viajar para toda la vida a ese lugar.

Lugar:

Brasil

Intereses:

Arquitectura

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