Fue en estas tierras donde descubrí probablemente una de las postales más maravillosas que he visto en mi vida.
Quería comprobar si esa ciudad nevada, iluminada y mágica que nos mostraron cuando niños en las películas, realmente era así en Navidad.
Mientras el sol se escondía, se oía la rica música de una banda de steel y yo me convencía de que este lugar del mundo tiene todo el derecho a autodenominarse “la isla feliz”.
Alaska suena como un destino congelado, lejano y deshabitado, pero el hecho de experimentarlo rompe con todos los esquemas que se puedan tener.
Por fin cumplí el sueño viajero de visitar Altos de Chavón, un increíble tesoro dominicano. Por Francisca Jorquera.