Volver a Moorea

 

En medio de un lindo paseo en bugi por Moorea, recordé mi primera visita a la isla, cómo esa vez me enamoré perdidamente y prometí regresar.

A pesar de que llevaba ya dos días en Papeete, todavía tenía jet lag. Así que a las 6.45 ya estaba listo para irme al muelle desde donde salen los ferrys que llegan a Moorea tras unos 40 minutos de viaje.

El día me tocó nublado y con lluvias cada cierto rato. A pesar de todo, al llegar a Moorea me conseguí un bugi para recorrer la isla, un paseo que es todo un espectáculo lleno de rincones, bahías profundas, altas montañas y bosques de palmeras.

Iba feliz en el bugi descapotado hasta que se puso a llover. Por eso mismo no pude subir hasta el mirador de Belvedere, en la punta de una montaña, desde donde se obtienen vistas espectaculares de las bahías de Cook y Opunohu. Me lo habían recomendado mucho, pero me quedé con las ganas.

Recuerdos de Moorea

Vista panorámica de Moorea

Una de las playas de Moorea

Recorriendo la isla no pude recordar la primera vez que la visité, en 1983. En esa ocasión, el mismo día que llegué, me enamoré intensa y fulminantemente. Viví una semana de esas en que el corazón se transforma en un huracán.

Recuerdo que, en esa época, el Club Med (donde me hospedé) no tenía habitaciones singles, así que me tocó compartir pieza con un enorme gringo de piel muy blanca, pesado, callado y solitario.

Un día nos encontramos en el jardín y conversamos por primera vez. Me contó que la mujer con la que se iba a casar se había ido con otro hombre. De alguna manera se enteró de que ella iba a estar ahí esa semana, de vacaciones con el hombre que le robó el corazón y, sin poder superar la pena, se vino al mismo lugar, con el riesgo de encontrársela junto a su nuevo novio.

Aterdecer en Moorea

Aterdecer en Moorea

El gringo hosco llegó ahí movido por una pena de amor. Sufrió toda la semana. Y compartió habitación con alguien que estaba en el cielo, viviendo el amor como nunca más lo volvió a vivir.

Tras una semana intensa me volví llorando, triste y prometiéndome que algún día volvería. Al regresar, 31 años después, me enteré de que el Club Med ya no existe, porque los dueños del terreno no aceptaron renovarle el contrato de arriendo. Pero recuerdo perfectamente cómo era el hotel. He soñado muchas veces con ese lugar y con los atardeceres fabulosos de colores intensos que vi.

Hoy regreso de nuevo en paz, con recuerdos vivos y con un estado de reflexión capaz de mirar las cosas desde lejos. Recordar y emocionarse, pero no deprimirse ni añorar.

Lugar:

Francia

Intereses:

Playas

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