Una noche inolvidable en la costa Amalfitana


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Era nuestra primera tarde en la campervan, que sería nuestro hogar sobre ruedas durante diez días. El plan era recorrer el norte de Italia, pero ya en la carretera, a último minuto y sin razón alguna, decidimos cambiar de rumbo y empezar por la costa Amalfitana. Más tarde entenderíamos que nuestro cambio de planes tenía una razón; el destino nos tenía preparado un regalo inolvidable.

 

Desde Roma eran cerca de seis horas con una temperatura de casi 33 °C y sin aire acondicionado. Las angostas carreteras que cruzan los pintorescos pueblos en la cima de las montañas hacen que la costa Amalfitana por tierra sea toda una odisea. Cada pueblo se encuentra en las alturas de la sierra, con vista inigualable a las turquesas aguas del mar Mediterráneo. Construcciones antiguas de piedra, en diferentes tonos marrones, dan la atmósfera de una Italia antigua, llena de historia. Cada ciudad en elevo posee un cementerio, una catedral, decenas de tiendas, heladerías y restaurantes de primer nivel donde los platos recomendados son pizza o pasta.

Campervan en la costa Amalfitana

Con nuestra campervan

Encontrar un lugar donde estacionarse en la concurrida costa Amalfitana durante el verano es casi imposible. Dormimos en la calle menos transitada que encontramos, pero en medio de Ravello, uno de los tantos pueblos que parecen sacados de cuentos de castillos y princesas. Era nuestra primera noche en la campervan y la verdad es que no me sentía nada cómoda, tomando en cuenta que teníamos que cocinar en la calle. Por eso, decidimos tomar desayuno en un restaurant donde pude conectarme a Whatsapp. “Escríbele a tu tía Vero, ella vive en la costa Amalfitana y ya me preguntó si la ibas a ir a ver”, fue el primer mensaje que leí de mi mamá.

Amalfi, Italia

Amalfi desde el mirador

La famiglia

Llegamos a Vietri Sul Mare, uno de los pueblos, conocido por sus coloridas cerámicas de distintas formas y dimensiones. Ahí estaba mi primo Vittorio esperándome en la entrada del Hotel Bristol, uno de los más antiguos de la zona, que desde hace 40 años es propiedad de mi tío. Sin más remedio, tuvimos que dejar de dormir en la van para disfrutar de nuestra pieza con vista al mar y dejar de cocinar en la calle para comer en el restaurant del hotel, con una vista privilegiada del mar Tirreno y un menú que incluía en la entrada mi combinación favorita de jamón serrano y melón, y luego, unos seis platos más. Esa obsesión de los italianos de tener picoteo, entrada, primer plato, segundo plato, tercer plato, quesos, postres, etcétera.

Puente de los Enamorados, costa Amalfitana, Italia

Beso bajo el puente de los enamorados

Como si nuestra suerte no hubiese sido suficiente, esa noche era la fiesta de San Pietro, una celebración del pueblo de Cetara. La estatua recorre las principales calles de la ciudad hasta la playa, donde es bañada en el mar para bendecir a los pescadores y su trabajo. No nos podíamos perder esa fiesta popular, así que a las seis de la tarde mi primo Roberto nos llevó a dar un paseo en lancha para ver los pueblos de Minori, Maiori, Cetara y Amalfi; nos hizo darnos un beso con mi pololo bajo el puente de los enamorados y entrar a la gruta azul, una cueva marina de aguas calipso.

Al final de la noche tuvimos una comida en un restaurant flotante y luego, desde el mar, presenciamos el mejor espectáculo de fuegos artificiales que hemos visto en nuestras vidas, finalizando la tradicional celebración de San Pietro y agradeciendo al destino y a la familia por una noche inolvidable.

Fiesta de San Pietro, Cetara, Italia

Terminando la fiesta de San Pietro

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