Gran sueño viajero: Rarotonga
Mi primer acercamiento a las islas Cook fue espectacular: en Rarotonga me esperaban con un paseo en bicicleta y, además, con una linda –y espiritual– experiencia.
Mi estadía en Rarotonga, en las islas Cook, comenzó entretenida. El día después de mi llegada, bien temprano, me junté con George, un australiano que hace tours ecológicos en bicicleta.
Al paseo se sumó una pareja de australianos que andaba de luna de miel y otra de neozelandeses que estaban celebrando su aniversario 27. Todos bien simpáticos y parecía que todos cumplíamos un gran sueño viajero.
Rarotonga es como un enorme jardín y con las bicicletas nos metimos por lindos caminos interiores, rodeados por paisajes espectaculares. Pasamos por lugares bien entretenidos, como una granja de cultivo de Noni, un sitio de vestigios arqueológicos y granjas con animales. Incluso, llegamos hasta una enorme cascada de agua de vertiente que desembocaba en un pozón.
El paseo duró tres horas en las que recorrimos al menos la mitad de la isla. Y terminó al lado de una playa, bajo unos enormes árboles, con un picnic en el que comimos pescado crudo a la tahitiana con arroz (mi menú favorito del viaje) con jugo de frutas.
Si vas a Rarotonga, no dejes de vivir esta experiencia. La empresa se llama Storytellers y puedes reservar los tours en su sitio web.
La misa dominical
El domingo desperté temprano, ansioso por asistir a una de las actividades que, según varios libros y folletos, era un imperdible en Rarotonga: la misa.
A eso de las 10 AM llegué a una iglesia cristiana, cuya corriente no tengo muy clara. Todas las mujeres llegaban con sencillos pero elegantes sombreros adornados con flores.
La ceremonia empezó con un personaje, que no era cura precisamente, dando la bienvenida y agradeciéndonos a los turistas por estar ahí. Luego todos empezaron a cantar en idioma local, aunque la letra de las canciones era proyectada en inglés en una de las paredes de la iglesia.
Mientras el cura/pastor hablaba –y yo no entendía absolutamente nada– saqué la cámara y comencé a grabar. Nadie me puso mala cara; incluso, cuando se daban cuenta de que estaba filmando hasta sonreían o guiñaban a la cámara.