Playa Blanca, nunca me canso de verte


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Arena blanca, el mar más vivo que nunca, cielo azul y el horizonte frente a ti. Un sueño que se cumple cada mañana en éste, el lugar donde he pasado todos mis veranos.

 

Termas de Socos Chile

Parada en las Termas de Socos (1996)

Desde que tengo uso de razón he pasado mis veranos completos, o parte de ellos, en el mismo lugar. Por muchos años fuimos en la misma fecha, usando el mismo sitio para acampar, al lado de los mismos vecinos y sintiendo cada vez la misma emoción al llegar y bajarme del auto, respirar profundo el aire marino y gritar: “¡Voy a mojarme las patitas y vuelvo al toque a ayudar a descargar!”.

Playa Blanca queda entre Tongoy y Guanaqueros, en el norte de Chile. Cuando empezamos a ir con mi familia el viaje duraba alrededor de 8 horas, lo que parecía una eternidad. Por eso mismo hacíamos una parada a dormir a mitad de camino en las termas de Socos, muy cerca de Los Vilos. Cuando el camino se modernizó y llegó la doble vía, ya no era necesaria la tradicional parada, pero algo nos hacía pasar de todas formas a almorzar, a tirarnos un piquero a la piscina o a ver si aún atendía el legendario Carmelo Memoria (sobrenombre que le pusimos al mesero que nunca logró memorizar nuestros pedidos).

Ir a Playa Blanca es volver al hogar, es sentirse seguro, es sentirse en casa, es reconocer cada lugar como si fuera la primera vez. Es aprender, es ser feliz.

Pesca en Playa Blanca Chile

Cumpliendo uno de los rituales (1993)

De rituales e improvisación

Todo parte con la organización del campamento: primero que todo instalar la malla de kiwi para protegernos del calor, armar las carpas, buscar las mesas y los bancos, armar “la cocina”, bajar los bolsos y, la mejor parte, ponerse el traje de baño. Durante casi tres semanas eso es todo lo que se necesita.

Siempre hemos sido un equipo. Nos repartimos las tareas, desde ayudar a hacer el almuerzo y tener un “pinche” cuando te toca lavar, hasta ir a comprar al minimarket (de las cosas más entretenidas), instalar el quitasol y ayudar a bajar el vagabundo a la playa (una especie de velero pequeñito).

Los veranos allá no son sólo improvisación y relajo, también cuentan con rituales y cosas que no pueden dejar de hacerse. Cuando empieza a acercarse la fecha de regreso comienzan las clásicas preguntas como “¿Ya fuiste al rompe olas?”, “¿Subiste a la duna a ver la puesta de sol?”, ¿Cachaste como está la playa de las conchitas?”, “¿Te lograste colar a la piscina de los departamentos?”, “¿Cuándo salimos a pescar?”, “¿Viste las crías de las gaviotas en las rocas de la pocita?” y “¿Fuiste a capear olas en la parte de las olas grandes?”. En ese momento si te das cuenta de que aún te faltan cosas por hacer, empieza la organización del itinerario para alcanzar a hacerlas todas.

Relajo en Playa Blanca Chile

Relajo máximo

Playa Blanca es un lugar donde he compartido historias con personas muy importantes: mis papás, hermanos, amigas del alma, primos, tíos, pololo y esos amigos que sólo ves en el verano, pero juras volver a ver durante el año, lo que pocas veces se logra, pero hace que cuando te reencuentras con ellos en el mismo lugar una vez al año sea más especial aún. Que alguien conozca este lugar me conecta fuertemente con esa persona, hace que conozca algo muy íntimo de mí.

En esta hermosa bahía hay camping, cabañas y departamentos. He tenido la oportunidad de ir a los tres, pero ese momento en que abres un ojo, ves una luz verde azulosa, abres tu saco porque ya empieza el calor, te levantas y en cuclillas abres el cierre de tu carpa –que junto con el sonido de las olas rompiendo a menos de 10 metros te indican que vas a ver una de esas imágenes que se te graban en la mente por siempre– no tiene precio ni comparación.

Arena blanca, el mar más vivo que nunca, cielo azul y el horizonte frente a ti. Un sueño que cumples todas las mañanas.

Playa Blanca Chile 1993

Jugando a Baywatch (1993)

Lugar:

Chile

Intereses:

Playas

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