Picnic en la laguna Azul


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Viví un sueño viajero. Dormí siesta en un atolón con vista a una laguna de colores, la misma que me acompañó para el almuerzo, y nadé con tiburones y miles de peces. ¡Nada mejor para despedirme de este viaje increíble!

 

Motu de la laguna azul

Llegando al motu

 

Bien temprano por la mañana partimos desde Rangiroa en una lancha hacia la Blue Lagoon (laguna Azul), uno de los paseos imperdibles en la isla. A medida que avanzábamos, nos acercábamos a un cielo negro que anunciaba lluvia inminente, pero uno de los tripulantes, sin siquiera mirar al cielo, me dijo que no pasaría nada.

De un segundo al otro, el mar se convirtió en una taza de leche, justo cuando estábamos llegando a la laguna. En esa zona, el agua pasó de azul a un blanco intenso que permitía ver el fondo, pues no había más de 50 cm de profundidad.

Anclaron la lancha a pocos metros de la orilla de un motu, nos bajamos a pie y caminamos hasta él. En el atolón había palmeras, una palapa y, bajo ella, una mesa y una parrilla. Lo mejor de todo era la vista hacia una laguna interior de colores turquesa y amarillo. El lugar era idílico.

Hombre preparando el asado en el motu

Preparando el almuerzo

Nos dijeron que, mientras preparaban el almuerzo, podíamos caminar hasta el motu del frente, ubicado a unos 500 metros. Como andaba sin zapatos para caminar sobre los corales, decidí quedarme tomando sol y escuchando música.

Mientras nuestros anfitriones cocinaban les ofrecí poner la música latina que tenía en mi iPhone. Quedaron locos con Ai Se Eu te Pego, Pharrel Williams, Enrique Iglesias, Pitbull y Daft Punk.

De repente uno de ellos tomó mi teléfono, se puso a revisar las fotos y se encontró con una que me tomaron junto a Teuira, la Miss South Pacific que conocí en las Islas Cook. Puso cara de haber encontrado algo increíble y llamó al resto de los amigos en maohi. Analizaron a Teuira y comentaron, quien sabe qué, en su idioma.

El almuerzo estuvo exquisito, sobre todo el pollo asado sazonado con agua de mar y el possion cru a la tahitien hecho con leche de coco producida ahí mismo.

Después venía la siesta. Pero la advertencia era clara: no había que ponerse a la sombra de las palmeras, porque podían caer cocos.

Segundo encuentro con tiburones

Un rato después nos fuimos mar adentro a nadar con Lemon Sharks, que comenzaron a emerger cuando detuvimos la lancha, atraídos por los restos de pescado del almuerzo que les lanzaron. Saltamos al agua con nuestras mascarillas… ¡qué experiencia más entretenida y emocionante!

Continuamos viaje a toda velocidad en dirección a Avatoru, el segundo paso que une el mar con la laguna. El capitán detuvo la lancha en medio de un arrecife lleno de peces y nos invitó a tirarnos al agua, pero sin separarnos de su sobrino tripulante, pues la corriente era muy fuerte.

Efectivamente el espectáculo en el arrecife era un sueño, pues se veían miles de peces de diferentes formas, tamaños y colores nadando en cardúmenes, cada especie con la suya. De repente se me acercaron y me rodearon, provocando una sensación deliciosa.

Era el lugar más apropiado para coronar un día inolvidable. Qué manera de pasarlo bien. Claramente, sí que es un must do de Rangiroa.

Lugar:

Francia

Intereses:

Buceo Playas

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