Por lo menos una vez al día recuerdo algún lugar al que he viajado, un lugar que me saque del presente. Durante estas semanas San Pedro de Atacama sigue estando en mi memoria como el sitio recurrente al que mi imaginación vuela cuando necesita escapar de forma momentánea.

Como les había contado antes, planeé este post dividido en dos partes, de forma cronológica, según los lugares que fuimos visitando. Y, sin querer, para esta segunda historia quedaron los más místicos (para mi gusto).

Esos sitios que nos llenaron el pecho y nos hicieron respirar profundo sin pensarlo son la cara más exótica de la región. Esa cara que nos quita el sueño y nos convence casi sin dificultad de que dejamos el planeta tierra en algún momento de la caminata y fuimos teletransportados a alguna estrella lejana.

Con Nico en la piedra del coyote

Laguna Tebinquinche

El salar de Atacama en su totalidad, cada gramo de sal, es extraordinario. Y la laguna Tebinquinche, ubicada en la parte norte, es realmente un hito dentro de él.

Tomamos un tour desde San Pedro que recorría laguna Piedra, Ojos del Salado y terminaba en este inmenso espejismo de sal. Al final del día esperamos la puesta de sol con la tremenda vista que la laguna regala, y disfrutamos de un rico pisco sour cortesía del tour. Es realmente el final perfecto para un día perfecto.

Por otro lado, no puedo no contarles que lo más anecdótico no fue esta vista de ensueño y el atardecer más romántico del planeta, sino que un pequeño traspié que sufrimos: ¡nos equivocamos de tour!

Laguna Tebinchique

Los turistas más pavos de la galaxia (nosotros), tomamos un tour equivocado; claro, iba al salar de Atacama y a los lugares que habíamos comprado, sólo que nos equivocamos de compañía y nos dimos cuenta muy tarde, cuando ya estábamos sentados en el bus.

Tuvimos la suerte de que nos tocó un chofer muy buena onda (pero desquiciado, que no conocía los frenos) y una guía muy amorosa también, quienes no tuvieron problemas en incorporarnos a la expedición. Y, como todo pasa por algo, más tarde nos enteramos de que el tour que sí habíamos pagado no llegó finalmente hasta la laguna Tebinquinche ante por rumores de lluvia que finalmente no fueron más que eso, rumores.

¡Gracias dios del tour por guiarnos en tu recta senda!

Valle de la Luna

El valle de la Luna es de esos paisajes locos que parecen realmente pensados piedra por piedra. El valle se genera gracias a la cordillera de la Sal y ha sido modelado a lo largo de los milenios por la erosión del agua y el viento. Su belleza escénica es impactante: sus colores, el silencio, la ausencia casi absoluta de humedad, flora y fauna. No por nada fue declarado Santuario de la Naturaleza; sus valles transversales y elevaciones en forma de crestas no son dignas de menos.

Para ir al valle tomamos un tour que fue útil para tener información sobre el paisaje y sus orígenes. Pero el lugar es tan sobrecogedor, que a mitad de camino ya no tenía ganas de que me guiaran; quería caminar sola con Nico o quedarme sentada en silencio hasta hastiarme.

Valle de la Luna

Piedra del coyote

La piedra del coyote es simplemente un must. Es ese lugar al que tienes que ir si estás en San Pedro (y si no le temes a las alturas). La vista desde la piedra es, como casi todo en el valle, para volverse loco.

A modo de confesión: me encantó la vista, la experiencia y hasta olvidé por un segundo que vi la puesta de sol con 200 personas más. Pero reconozco haber estado congelada de miedo mientras trataba de no salir como momia egipcia posando para la foto. Ustedes dirán si parezco momificada o más bien viva. Les dejo fotos para que juzguen por sus propios medios.

Sea como sea, si van a San Pedro les ruego no perderse ninguno de estos lugares, pues cada uno tiene algo especial que, finalizado el viaje, te da un pequeño pincelazo sobre el norte chileno y el impactante paisaje que posee nuestro país, desde su punto más austral hasta el norte grande.

Piedra del Coyote