Dejé la Polinesia para irme a Hiva Oa, una de las Marquesas. Como son poco turísticas, no tenía mucha idea de cuál sería el panorama. Pero me sorprendieron. Y muy gratamente.  

La vista desde mi hotel

Ese domingo volví a Papeete para tomar el vuelo que me llevaría a Hiva Oa, la segunda isla más grande del archipiélago de las islas Marquesas, a 1.500 km al noreste de Tahiti.

Al llegar me regalaron un collar de conchitas y luego divisé a una señora con un letrerito de madera que decía Temetiu, el nombre de las cabañas en las que me alojaría. Subimos a una camioneta y partimos al pueblo ubicado a unos cinco kilómetros del aeródromo.

Al llegar a las cabañas –emplazadas en la parte alta de Atuona, el pueblo principal de Hiva Oa– quedé boquiabierto con la increíble vista al mar y al puerto que tenían. Después de darme un par de instrucciones, la madame me dijo que volvería en tres horas más.

Desde la terraza de mi cabaña se sentía el sonido de la brisa interpretada por los filamentos de las ramas de palmeras, y se divisaba un par de gallinas paseando por el pasto. Por su parte, la temperatura era perfecta: 24 °C a la sombra, sin humedad ni mosquitos.

Una visita a Gauguin

Me prestaron un jeep Suzuki para salir a dar una vuelta por la isla. Seguramente porque era domingo, todo estaba cerrado, así que decidí ir a conocer el cementerio, donde están enterrados el pintor Paul Gauguin y el músico belga Jaques Brell.

El cementerio estaba atrás de Atuona, arriba del cerro, a unos 300 metros sobre el nivel del mar. Lo más lindo era la vista, que se mezclaba con los aromas de los árboles frangipani y tiare que rodeaban el lugar que, según la gente de la isla, ayudan a las almas a ascender.

Durante una hora recorrí y disfruté la vista. No llegó nadie a visitar a estos dos importantes personajes. Salvo yo. Es que las islas Marquesas han quedado fuera de los circuitos turísticos masivos. Pero vale la pena conocerlas.