El destape de Singapur
¿Quién dijo que Singapur era cara, aburrida y que no valía la pena visitarla? A pesar de que no estaba en mi itinerario, terminé quedándome una semana entera, y me faltaron muchas cosas por ver y hacer.
En mis viajes anteriores al Sudeste Asiático nunca consideré Singapur, pues tenía la idea de que era cara, aburrida y estricta. Poco menos que te metían preso si te pillaban mascando chicle en la calle. Pero investigado mas profundamente me encontré con una realidad diferente.
Se dice que es la ciudad más segura del mundo; que es el hogar de una diversidad de razas, culturas y credos; y que cuenta con una planificación urbana y obras arquitectónicas alucinantes. Asi es que caí seducido y decidí partir por esta pequeña ciudad-estado independiente desde 1965, en la que habitan cerca de cinco millones de personas.
Partí al hotel que había reservado en el barrio de Clake Quay, bien ubicado y con una boyante actividad de tarde y noche. La música de los pubs se siente desde sus terrazas y también desde las mesas instaladas en la vereda. Hay restaurantes franceses, italianos, mexicanos, indios, chinos, vietnamitas, thai, japoneses, etcétera.
Caminar es un placer. No hay un papel en la calle y todos los jardines están bien cuidados y floridos. Todo está señalizado y es un agrado dejarse llevar y perderse teniendo la seguridad de que nadie te va a asaltar.
Todo el mundo en Singapur
En el barrio árabe las mujeres se cubren la cabeza con el velo y algunas visten burka negra dejando sólo sus ojos al aire. Hay unas callejuelas encantadoras con tiendas de textiles, sedas, bares de shisha desde donde se oye música típica, restaurantes con olores a especiales especialidades de Medio Oriente y la infaltable mezquita.
A pocas cuadras la cosa se pone mucho más colorida y ruidosa. El Little India, entre comercios y templos, vive su propio frenesí aunque ordenado comparado con lo que se vive en India. Lleno de lugares para comer desde donde se perciben los aromas de los curry y taandoris. Hay comercios de todo tipo en especial electrónicos, con vendedores callejeros gritando, mujeres paseando con sus coloridos trajes y bicicletas que se abren paso entre los impacientes transeúntes.
En otro sector de la ciudad el Chinatown se viste de rojo con sus profusos letreros y grandes faroles de géneros con flecos dorados. Varias calles con atestados mercadillos en los que abundan los colores y las texturas que se mezclan con el humo de los inciensos que se encienden en los templos.
Puro lujo
Nunca he visto una ciudad con tantos centros comerciales y tiendas de marcas de lujo en tan pocos metros a la redonda. Sólo la avenida Orchard Road tiene 22 malls y seis grandes tiendas de departamentos. El lujo se vive en toda la ciudad donde las joyerías, relojerías y tiendas de moda se despliegan a la par con los bancos.
Los hoteles de cinco estrellas no hayan cómo competir entre ellos para solucionar más caprichos a sus acaudalados huéspedes. A mí me fascina ir a pasear y sentarme dentro de ellos; y el que más me gustó fue el legendario e increíblemente bien conservado Raffles, donde cumplí el sueño de beber el tradicional Singapore Slink.
Es impresionante cómo en tan poco terreno han podido hacer tanto y tan bien. Como el complejo Marina Sands, con el famoso edificio de tres torres unidas en la parte superior por una enorme plataforma que da la idea de una enorme nave espacial, y su, hasta hace poco, piscina más alta del mundo. Por unos pocos dólares se puede subir a la terraza para quedarse un rato con la boca abierta admirando el país completo.
A un costado, conectados por un enorme y lujoso centro comercial, se encuentra el alucinante Museo de Artes y Ciencias. Cada noche el complejo se ilumina y en su base se encuentran las graderías desde las cuales se exhibe gratis el que debe ser el mejor espectáculo de luz y sonido del mundo, teniendo como telón de fondo el skyline del centro financiero también iluminado.
A espaldas del enorme edificio está el Sky Tree Park con árboles metálicos gigantes entre los que se puede caminar por unas pasarelas en altura disfrutando de las vistas y el paisaje, donde sobresalen las enormes estructuras metálicas y vidriadas de los dos grandes invernaderos que albergan especies de las selvas húmedas y secas de todo el mundo.
A pocos kilómetros de la ciudad está isla de Sentosa, que tiene grandes resorts con parques acuáticos, una sede de Universal Studios, un parque de insectos y mariposas, un casino y un canopy que desciende desde la cima del cerro a la playa, con arena blanca y mar tranquilo para nadar.
¿Quién dijo que Singapur no tenía mambo? Claro que tiene, y mucho, desde lo mas común y barato a lo ultra sofisticado y caro. Es cosa de pasear, mirar y encontrar lo que a uno más le acomode. Finalmente, me quedé una semana entera y siento que me faltaron muchas cosas por ver y hacer. De hecho, ya estoy pensando en volver apenas sea posible.