Gran sueño Faro: el desafío
Después de pensarlo y darle miles de vueltas, tomé la decisión: me voy a recorrer el mundo. No tengo un itinerario definido ni tampoco sé cuánto tiempo estaré viajando. Sólo sé que ya tomé el desafío y ahora sólo queda vivir el Gran sueño Faro.
Mi nombre es Eugenio. Tengo 56 años y me considero uno de esos pocos suertudos a quienes la varita mágica tocó para concedernos el favor –y la responsabilidad– de hacer lo que realmente nos gusta. Pero este premio no vino exento de tiempos pésimos, de pánicos, de temores y de muchos sinsabores que supe sortear exitosamente sin jamás perder de vista la responsabilidad de dar lo mejor de mí en todo lo que hago.
Durante mis años de trabajo he logrado todo lo que me he propuesto en los planos afectivo, familiar, laboral y económico. Vivo en un buen departamento en Santiago, viajo cuando quiero, tengo excelentes amigos, adoro a mi familia, gozo de muy buena salud, y me encanta hacer deporte, comer, bailar y fiestear. Lo paso bien, me siento bien y estoy cómodo. Logré hacerme de lo que los marketeros de hoy llaman “zona de confort”.
Es cierto, lo logré. Pero junto con lograrlo, automáticamente se me despierta la necesidad de ir por más. No me produce placer sentirme cómodo. Me aburre. Me siento plano. No me gusta. Me agobia pensar que alguien que tiene sus capacidades físicas plenas, sienta que ha alcanzado este estado y que después el resto es no seguir haciendo nada más que disfrutar del confort. La vida es una y demasiado corta. Tengo la firme convicción de que la única vez que estaré cómodo y sin necesidad de saciar mi curiosidad, va a ser cuando me metan en un cajón de madera.
El plan
Desde hace un par de años vengo dándole vueltas a la idea de hacer un viaje solo, y con tiempo. Siempre he viajado con amigos o en pareja, por trabajo, por tiempo limitado, y con todo planificado desde el primer día.
Primero pensé irme un año a vivir a Londres, pero también me atraía Nueva York, las dos ciudades del mundo que mas me gustan. Pero ambas alternativas me resultaban imposibles por lo caras y porque no me parecía tan atractivo irme de Santiago a instalarme a otra ciudad.
Seguí pensando qué hacer, hasta que me topé con Faro. Ellos me propusieron dejarlo todo e irme a viajar por un tiempo largo. Y me di cuenta de que eso es lo que quería hacer, lo que me conmueve, lo que me produce mariposas en la guata. Hay miles de lugares que me gustaría conocer y tantos otros a los que añoro volver. Quiero conocer gente y costumbres, disfrutar colores, sonidos, sentir olores, sabores y texturas.
Aún tengo buena salud, he formado una empresa con un muy buen equipo humano que me puede secundar, la tecnología es perfecta para alejarse y mantenerse conectado, la curiosidad se impone al escepticismo… En fin. Se da todo. Me voy a donde me lleve la intuición y por el tiempo que sea necesario. A cumplir mis sueños. A dejarme llevar.
¿Por dónde partir?
Me gustaría comenzar este viaje por el Pacífico sur. Volver a Tahiti, donde ya he estado dos veces (una en Moorea y otra en Bora Bora), pero esta vez pasar por las islas Marquesas, Rangiroa y también por las islas Cook. En la Polinesia Francesa hay mucho que descubrir, y es un lugar muy inspirador para comenzar y desde ahí continuar a Asia.
Partir a los 56 es muy diferente que partir a los 25. A esta edad la máquina del cuerpo está nueva, en óptimas condiciones, y con la curiosidad y el arrojo propios de la juventud. A los 56 lo más importante es la salud, por lo que el recorrido que se planifique estará directamente relacionado con las condiciones físicas en que me encuentre.
Por lo mismo, desde que se me ocurrió la idea, lo primero que hice fue hacerme un completo chequeo médico cuyos resultados fueron óptimos. Luego les conté mis planes a mis socios, quienes desde el primer minuto me dieron su apoyo incondicional. Finalmente, le puse papel y lápiz a la parte económica, para saber cuánto podría costar un viaje como el que estaba pensando.
Con todos los ítems aprobados, estoy listo para lanzarme a la aventura de cumplir este sueño.