Bendecido por el virus Zika
A veces el destino conspira a tu favor y, en este caso, fuimos nosotros los bendecidos. Hoy le doy las gracias al Zika por depararnos unas increíbles vacaciones en el sur de Chile.
Entramos al 2016 ultra motivados y preparados para subirnos a un avión con destino a las ansiadas vacaciones familiares. En esta ocasión nos esperaba Arraial da Ajuda en el nordeste de Brasil. Todo estaba listo: pasajes emitidos, posadas y cabañas con reservas pagadas, mis dos criaturas de 4 y 2 años ya sabían pronunciar perfectamente el nombre de nuestro pueblito anfitrión y sólo restaba que llegara el lunes siguiente para destapar una Skol y saborear unos deliciosos camarãos en zunga a la orilla de una praia paradisíaca.
Pero el destino escogió a un mosco tenebroso, feo y oportunista para truncar nuestras vacaciones, y lo puso en portadas de diarios y televisión. El virus Zika se expandía por Brasil y amenazaba con microcefalia a los bebés de madres embarazadas. Al día siguiente de esta noticia, mi señora me muestra un test de embarazo con dos rayitas.
Entramos en un intenso proceso de bipolaridad en el que estábamos contentos, pero a la vez tristes. De pronto apareció el sur como alternativa, pero el norte de Brasil tiraba mucho más. Consultamos a la embajada, a tour operadores en el destino y a médicos chilenos, y nos dimos cuenta de que la probabilidad de que te picara el mosco perverso era muy baja, pero estábamos hablando de nuestro hijo/a, así que el médico de cabecera de una amiga que vive en Brasil fue finalmente quién gatilló el plan B.
No había otra opción. El sur de Chile nos esperaba de regreso después de varios años y, en un dos por tres, ya tenía un nuevo itinerario a la región lacustre de la Araucanía chilena.
Parque Nacional Conguillio
Partimos por un lugar que nos dejó con la boca abierta por su belleza. El escenario natural del Parque Nacional Conguillio es realmente maravilloso, con miles de araucarias centenarias combinadas con bosques nativos de nothofagus, lagos, lagunas y campos de lava a las faldas del volcán Llaima.
Nos llamó la atención la poca gente que había en el parque considerando la buena infraestructura existente. Hay muchísimos senderos con diferentes niveles de dificultad, camping, cabañas de muy buen nivel, kayaks para remar en la laguna, (recomiendo la travesía a la cascada) e incluso se pueden hacer cabalgatas con Miguel Yarur en las cabañas Vista Hermosa, con quien recomiendo organizar previamente un almuerzo con jabalí, cordero o trucha. A nosotros nos atendió e hizo sentir como si estuviéramos en nuestra propia casa.
Otro imperdible en este parque es visitar la laguna Arcoíris con sus colores y bosque acuático, que de solo mirarla llama a un chapuzón. El frío del agua me dejó con las partes del tamaño de un piñón, pero con el espíritu encumbrado en el cielo. El mínimo de estadía en este parque es de tres días completos; nosotros nos quedamos cuatro noches y fue perfecto.
Lago Panguipulli, Huilo Huilo y cruce del lago Pirihueico
Siempre había escuchado que el cruce del lago Pirihueico era un imperdible, así que no dudé en integrarlo a nuestro itinerario. Desde Conguillio seguimos ruta hacia Panguipulli por caminos alternativos que recorren el campo sureño. La velocidad promedio no superó los 60 km/hr en caminos asfaltados y poco transitados, y por las ventanas no entró polvo, sino olor a caquita de vaca mezclado con pasto húmedo y aire puro. Finalmente, y antes de la puesta de sol, llegamos a Panguipulli, un pueblito acogedor como quizás debió haber sido Pucón hace unos 20 años, con ricos restaurantes y tiendas de artesanía mapuche de primera. Con mi hijo optamos por comprarnos un par de mantas de lana exquisitas que agradecimos todas las tardes y noches del resto del viaje.
Continuamos hacia Huilo Huilo, pero con una visita previa al pueblo Choshuenco, ubicado al otro extremo del lago Panguipulli. La playa del pueblo era realmente preciosa y lo primero que se me vino a la cabeza fue en lo afortunados que eran sus habitantes con semejante naturaleza a su disposición como si fuese parte del jardín de sus casas. De hecho, en parte lo era y vivían en un hermoso jardín comunitario.
Al costado de la playa hay un camino que lleva a la Reserva Nacional Mocho-Choshuenco, que debe su nombre a un volcán con dos cráteres, el Mocho y el Choshuenco. Nos metimos por ese camino y, luego de subir varios kilómetros, llegamos a un mirador con vistas espectaculares. Desde ahí vimos el lago Riñihue que se encuentra unido al Panguipulli a través del rio Enco. En mi próximo viaje no dudaré en quedarme algunos días en el lago Riñihue, que es parte de la ruta de los siete lagos que incluye el Calafquén, Pullinque, Pellaifa, Panguipulli, Riñihue, Neltume y Prihueico.
Continuamos hacia Neltume para finalmente quedarnos unas noches en el reino de Petermann. Me impresionó muchísimo todo el mundo de cuentos que han construido allí, con hoteles temáticos que simulan montañas, árboles y hongos, todos unidos con pasarelas de madera, y un montón de rincones y recovecos con decoraciones manufacturadas por los mismos habitantes de la zona, los cuales han sido capacitados a través de la Fundación Huilo Huilo, que tiene como objetivo integrar a las comunidades locales. Excelente lugar para pasar un par de noches y disfrutar de piscinas temperadas y frías, además de un variado menú de excursiones y actividades pensado para grandes y chicos.
Pero la reina de la fiesta era cruzar el lago Pirihueico en la barcaza Hua Hum, que llega hacia el lado argentino al comienzo de la ruta de los siete lagos en San Martín de Los Andes. El viaje dura aproximadamente una hora y media serpenteando todo el lago, con una vista maravillosa a las montañas repletas de arrogantes árboles que son amos y señores del lugar, y que vigilan aguas en las que hay que controlar las ganas de saltar y gritar “al agua pato”.
Reencuentro con nuestra cultura mapuche
Nada mejor que un buen bife de chorizo servido por nuestros hermanos argentinos en San Martín de Los Andes, que tanto orgullo sienten a la hora de atender una mesa (personalmente recomiendo el restaurante El Regional). Nos quedamos dos noches en este pueblo de montaña visitando algunos de sus lagos que forman parte de la ruta de los siete lagos, y hago especial mención al lago que es como su nombre lo indica, Hermoso.
Pero mi querido Chilito y su Araucanía andina seguían llamando y, tras una corta visita al lado seco de la Patagonia, retomamos el rumbo hacia el norte hasta encontrar el hito Icalma. Es impresionante el biombo climático que genera la cordillera de Los Andes. En contraste con el lado argentino, el chileno es muy boscoso y verde, y por lo mismo el camino se pone cada vez más entretenido en la medida que nos acercamos hacia nuestro territorio.
Llegamos a Icalma al atardecer y descubrimos el lugar que, junto con el lago Budi, sería uno de los reductos más poblados por las comunidades mapuches. Nos recibió su pueblito y laguna que se caracteriza por el efecto espejo, donde cada mañana y noche se reflejan las montaña y la luna.
No mucha gente va para allá y esto lo hace muy especial. Ahí nos quedamos tres noches disfrutando y visitando lugares como el nacimiento del río Biobío en el lago Galletué, cabalgatas en Icalma junto con algunos comunitarios pehuenches y, sobre todo, recomiendo visitar a Juan Carlos Dominhual quien, a través de sus cuadros cuenta y enseña la historia y características de sus raíces pehuenches.
A veces el destino conspira a tu favor y, en este caso, fuimos nosotros los bendecidos. Luego nos enteramos de que en Arraial caían los torrentes del cielo mientras en nuestro sur, que suele ser lluvioso y frio, el sol no paró de brillar. Quien lo diría, el mundo al revés. I love you, Chile, y gracias al mosquito y al destino por depararnos tan grata sorpresa.