Batido con hongos alucinógenos en Gili Island


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¿Se puede estar muerto de la risa 24 horas al día? En Indonesia existe un lugar donde sí es posible. Mientras estuve allá descubrí que los hongos alucinógenos en Gili Trawangan son lo que mantiene a sus habitantes todo el día en la luna.

 

Camila en una playa de Gili Trawangan

Así son las playas en Gili Trawangan

En cuanto pisamos la isla de Gili Trawangan pensamos que era el lugar de nuestros sueños. Podíamos recorrerla caminando en una hora, estaba llena de palmeras, el mar era transparente y la arena blanca. La gente local era inmensamente feliz; cada vez que pasábamos nos gritaban “where are you from?”, “¡Chile!”, gritábamos nosotras. “Oh, ¡Zamorano, Salas!” nos respondían con una gran carcajada. Ahí fue cuando nos comenzamos a preguntar ¿por qué la gente es tan alegre?

No era normal. No es que seamos amargadas ni nada menos, pero ¿se puede estar llorando de la risa 24 horas al día? La respuesta apareció entre una de las calles de la isla, en un cartel lleno de colores que decía: “Here you can buy a SUPER MEGA MAGIC MUSHROOMS”. ¡Voilà! Era la isla de los hongos. Allá eran legales y se vendían en todos los restaurant. Era nuestra oportunidad.

Primeros intentos

La carta del restaurante tenía una página en la que ofrecían marihuana, hongos y opio. Todo podía ser incluido en pizzas, shakes o té.

– Yo voy por el shake de hongos –le dije al barman que en realidad estaba vestido de barwoman.

Carta de un restaurante en Gili Trawangan

La carta del restaurante

– Tienes que elegir alguno de los tres niveles: hongos para hombres, para “ladyboy” o para mujeres –me contestó, apuntándose cuando repetía la palabra “ladyboy”.

– Quiero ser como tú, uno de “ladyboy” por fa’ –contesté. Mi idea era que el primero no fuese ni mucho ni poco. Ni chicha ni limoná.

Con la Javi hicimos salud y nos tomamos el shake de hongos con piña al seco. Nos levantamos y comenzamos a caminar por la isla.

– Tengo risa, pero no sé si es por los hongos o porque estoy feliz acá –me dijo la Javi.

– Sí, parece que a mí tampoco me pegó mucho. El próximo tiene que ser nivel hombre.

Dos shakes nivel hombre, por favor

La siguiente noche decidimos que el “ladyboy” no era para nosotras. Queríamos algo más fuerte. Si íbamos a vivir la experiencia, había que vivirla con todo.

– Si seguimos pidiendo en los restaurantes, obvio que no nos vamos a volar mucho. Propongo ir en busca de lugares clandestinos –le dije a mi amiga.

Pasamos por una calle oscura y un indonesio con ataque de risa nos dice: “¿Quieren viajar a la luna?”.

– De allá somos. Queremos dos. Y nada de darnos los de mujeres, queremos los de hombres –contestó la Javi.

El indonesio entró a una cabaña, agarró los hongos y los metió a la juguera con Red Bull y piña.

– Buen viaje –nos dijo entregándonos dos vasos plásticos llenos de un líquido viscoso con olor a piña y un dejo amargo.

Camila y Javiera entre las palmeras de Gili Trawangan

Entre palmeras y hongos

El viaje a la luna

Nuestra idea inicial era ir a una fiesta electrónica, pero decidimos esperar a que nos hiciera efecto mientras mirábamos las estrellas en la playa. De repente, empezamos a llorar de la risa. Las luces de la isla del frente se hacían cada vez más resplandecientes y teníamos mejor olfato que perro del FBI.

Como a las 4 de la mañana comenzó una tormenta, pero no podíamos movernos de la risa. Quedamos empapadas, sin dejar de conversar ningún segundo. Jamás llegamos a la fiesta y nunca entendimos cómo pasaron cerca de 9 horas sin que nos diera frío, sueño ni hambre.

El misterio estaba resuelto: la gente de Gili era feliz porque se la pasaba en la luna.

Lugar:

Indonesia

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