Sus edificios históricos, las infinitas opciones veggies y el Gentse Feesten transformaron esta ciudad en mi rincón belga favorito.
Suena imposible o a que hay algún truco por detrás, pero la verdad es que es posible y yo lo comprobé.
Es imposible irse de la capital catalana sin quedar enamorado de dos cosas: el espumoso y el arte gaudiano.