Samoa en la piel
Después de ver los cuerpos samoanos tatuados, símbolos de una cultura milenaria intacta, ¿cómo no agregar Samoa a mi lista de sueños por cumplir?
Una de las tantas cualidades que tiene Auckland es la oportunidad surrealista de compartir con gente de más países de los que puedes contar con dos manos, al simplemente salir de tu casa. Indios, árabes, latinos, africanos, asiáticos, etcétera, comparten la vida con un altísimo porcentaje de polinesios que dejan sus islas por el sueño de una mejor calidad de vida en Nueva Zelanda. Ellos mantienen intactas sus tradiciones lo más posible, compartiéndolas con todos quienes quieran aprender y conocer. Y de ahí nacieron mis ganas de conocer Samoa.
Hace casi 365 días, a horas de haber bajado del avión, me fui al Pasika Festival, un mega evento al aire libre que se realiza todos los años para conmemorar y celebrar las culturas del Pacífico, honrar sus raíces y reunir a las familias bajo el sol sobre gigantes mantas de mimbre.
Entre los 5.000 asistentes no pude dejar de fijarme en los hombres y mujeres samoanos que estaban completamente tatuados desde la cintura hasta las rodillas. Tuve que preguntarle a uno de los bailarines del show de Samoa qué significaban y por qué era una práctica tan común en su país. Ya que teníamos tiempo –y si no teníamos se lo tomó igual, porque así son ellos, para nada hay apuro y todo puede esperar– nos sentamos a conversar.
Me contó que según una antigua canción, hace siglos, dos hermanas siamesas cruzaron el océano desde Fiji nadando con una canasta con herramientas y tinta natural. Al llegar a Samoa dijeron que traían una ofrenda del jefe de la tribu fijiana. Algunos están en desacuerdo con esta versión y aseguran que los tatuajes son originarios de Samoa, donde son un ritual muy importante, casi sagrado. Un recordatorio permanente de quién es más poderoso que otros, quién es jefe, quiénes son su familia y así. Los diseños para mujeres se llaman Malu, y para ellos Pe’a; y no existe ninguno que sea igual a otro, porque cada uno cuenta una historia de linaje y sobrevivencia diferente.
Para poder llevar un Pe’a sobre la piel, los jóvenes deben probar su honor y demostrar que son hombres hechos y derechos. Cuando los mayores de la familia aprueban su entrada al mundo de la adultez, es cuando pueden someterse al doloroso y antiquísimo proceso. Punto por punto, línea por línea, entra una filosa estaca de madera a la piel a la que se le dan golpecitos en la parte de atrás para que traspase la tinta. Hoy en día se puede optar por encontrar un Soa (o acompañante) al momento de tatuarse, a modo de apoyo moral durante las extensas horas de sesión. Se dice que esta persona ayuda a lidiar con el dolor agonizante y además crean una conexión que no puede destruirse. Así, el joven samoano pasa a reconocerse como Sogaimiti.
(En el siguiente video pueden ver cómo se hacen estos tatuajes)
Completamente distinto es el proceso y diseño del Malu. Dependiendo de la autoridad y poder que tenga cada familia, y de quién sea el jefe de aldea, se tomará la decisión de qué mujer puede tatuarse, ya que no son muchas las afortunadas. Para ellas el tatuaje es un símbolo de belleza, algo así como un maquillaje permanente.
Tras vivir todo este proceso, los samoanos lucen sus espectaculares tatuajes con orgullo, diferentes a los que se encuentran en otros lados de la Polinesia.
Después de terminar la historia y lucirse un rato, el cuentacuentos volvió al escenario y yo recurrí a mi amigo Google para convencerme más aún de que tengo que ir a Samoa. Así, encontré fotos de la alucinante To Sua. Este lugar es un cenote “doble” color aguamarina al que puedes entrar por una escalinata de madera de 20 metros de largo. Tú eliges si nadar en la piscina rodeada de rocas cubiertas de verde o explorar a pie el otro que está vacío. El mar alimenta esta maravilla de la naturaleza que se mantiene viva gracias a la corriente subterránea, por lo que no se puede pasar de un lado al otro bajo el agua porque es muy peligroso y casi imposible volver a salir a la superficie.
Estos cenotes, años atrás llenos de lava caliente, son una de las principales atracciones de Samoa, porque además de poder sumergirte hasta los 30 metros de profundidad puedes recorrer los jardines que lo rodean, pasar el día en los fales cerca de un acantilado (nombre con el que se conoce a las casas en la polinesia, como les conté cuando pasé por Atatá) y admirar los corales.
Después de ver tanto cuerpo musculoso tatuado, promesa de sol radiante y agua cristalina, cultura milenaria intacta y un sinfín de rincones no explotados aún por el turismo masivo, ¿cómo no agregar Samoa a mi lista de sueños por cumplir?