Alucinando con los trenes japoneses


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La red ferroviaria japonesa es una fantasía. Cubre todo el país y es por lejos la mejor forma de moverse en Japón.

 

Tren bala en Japón

Así te reciben en los trenes

A los trenes de alta velocidad o “bala”, en Japón se les llama Shinkansén y, aparte de ser preciosos en su diseño, se desplazan normalmente a 270 kilómetros por hora y son puntualísimos. Todos los trenes, en  todas las clases, son impecables. Los asientos son comodísimos, dispuestos en dos filas de dos, ampliamente reclinables y bien anchos. Incluso se pueden dar vuelta y quedar enfrentados en caso de viajar un grupo de cuatro. Y un detalle no menor es que los vidrios siempre están limpios por dentro y por fuera.

Los funcionarios que trabajan dentro de los trenes japoneses y en las estaciones visten con uniforme como si fuesen pilotos de línea aérea, y usan guantes blancos. Algunos de ellos también usan máscaras para protegerse de enfermedades. Se ven muy elegantes y respetables. Todos atienden increíblemente bien. Cualquiera sea la duda, la pregunta o la situación que se les presente, ellos se desviven por ayudar. Y seguro que solucionan el problema. Es un agrado ir a comprar o a reservar tickets. Siempre hay muchas ventanillas abiertas y quien te atiende saluda, escucha atentamente y actúa dando rápida y certera información. Si no la sabe o le queda grande el problema, se para, pregunta y regresa con la solución. No existe el “no” o “no sé” o “tendría que” a lo que estamos acostumbrados los chilenos. Hasta hacer fila resulta un agrado porque siempre hay gente con looks entretenidos para mirar durante la espera

Señalética de las estaciones de trenes en Japón

La señalética es clara, pero hay que ponerle atención

Los anuncios se hacen en japonés y en inglés, justo a tiempo para pararse, recoger el equipaje y bajar cuando se abren las puertas. Cada vez que se inicia un tramo aparece en la entrada del vagón un “azafato” impecablemente vestido que, antes de revisar los boletos, saluda a toda la gente que va en el vagón, dirigiendo la mirada a ambos lados, y terminando sus breves palabras con un par de reverencias. Cuando termina de revisar los boletos en el lado opuesto por donde entró, se despide de la gente con el mismo ceremonial.

Las estaciones en cada ciudad y en cada pueblo son un mundo en sí mismas, modernas, impecables, llenas de comercios, de restoranes, con anchos pasillos indicando los andenes y las salidas. Algunas de ellas, como las de Kanazawa y Kioto, son unas obras de arquitectura fabulosa. Aparte de todo tipo de comercio, hoteles y restoranes, tienen una señalética muy bien diseñada y clara que impide perderse. Por más complicada que sea la estación y más gente transite en ella, basta seguir concentradamente la señalización para no tener problemas para salir en el lugar que se requiere o combinar con alguna línea de metro.

Es habitual que los japoneses traigan un picnic comprado en la estación y se lo coman durante el viaje. Pero, al terminar, se paran, depositan la basura en los compartimentos para ello y dejan todo perfectamente limpio. A bordo pasa un carro vendiendo café, te, bebidas, cerveza, sándwiches, galletas y todo lo que se necesita para el viaje.

Monte Fuji

Monte Fuji

Por la ventana

Las vistas de la campiña japonesa, las ciudades, las montañas, los arrozales, ríos y lagos son un espectáculo. En cada trayecto me puse audífonos con mi música favorita de fondo y miré, saqué fotos y grabé videos. Y seguí mirando. Es imposible aburrirse de ver esa película en cámara rápida que se despliega frente los ojos revelando ese maravilloso y diverso país que amé apenas puse un pié en Tokio.

Dicen que durante el 30% del año se puede ver el Monte Fuji despejado, así que hay que cruzar los dedos. Para los viajes en Shinkansén se puede reservar asientos con vista al Fuji: desde Tokio a Kioto en el lado oeste, y desde Kioto a Tokio en el este. Cuando hagas la reserva del boleto, quienes atienden harán lo posible por encontrarte el asiento.

Me fasciné con el solo panorama de andar en tren. De hecho, un día que estaba cansado en Tokio, me fui en metro a la estación Kanazawa y me tomé el primer Shinkansén que iba pasando. Llegué hasta Horishima, ubicada a unos 600 kilómetros. Llegando ahí me bajé y me volví a subir a otro tren de regreso a Tokio. En total seis horas en las que dormí, oí música y me relajé viendo pasar Japón por mi ventana. Al llegar a Tokio seguí caminando por las calles tan descansado como si hubiese dormido en mi propia cama.

Lugar:

Japón

Intereses:

Trenes

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