Zapatillas colgando en Ljubljana


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Tomamos el tren desde Rijaka, Croacia, hacia Ljubljana, Eslovenia, y encontramos una pequeña capital llena de sorpresas que no hicieron más que encantarnos con un país olvidado por la mayoría de los turistas, pero que tiene virtudes de sobra para entregar.

 

río Ljubljanica

Río Ljubljanica

Los trenes que conectan Europa del Este son muy diferentes a los de Europa Occidental, y esto no es precisamente algo negativo, es fascinante. Los pasajes no se compran con semanas de anticipación por internet ni salen a la hora; hay que llegar, preguntar cuándo sale el próximo tren y esperar al borde de la vía a escuchar el primer sonido del ferrocarril que nos indica que viene llegando.

El viaje de Rijeka a Ljubljana es corto; el que vendría después sería más largo e interesante. Pero este fue nuestro primer acercamiento a este glorioso y antiguo transporte de Europa del Este. Y así fue como en un par de horas estábamos ya en la capital de Eslovenia.

Ljubljana es una ciudad de sólo 270 mil habitantes rodeada por el río Ljubljanica, que fue lo que más me llamó la atención. El río y todos sus derivados rodean toda la ciudad; por donde vayas encontrarás puentes y escucharás el ruido del agua. Los ljubljaneses se han encargado de sacarle provecho a esta situación y han armado la arquitectura de tal manera de poder disfrutar el río. Podemos encontrar así plazas flotantes (como la principal, Prešernov Trg) rodeadas por puentes, cuya vida diurna y nocturna no paran. Durante el día encontramos ferias y artesanía, y por la noche músicos independientes que alegran y condimentan la maravillosa experiencia de caminar por las calles de la capital.

Iglesia en Ljubljana

Iglesia St. James

Caminando por Ljubljana

Siempre tuve curiosidad por conocer las capitales de los países de Europa del Este y este era mi primer acercamiento a este sueño; lo estaba cumpliendo. La estadía fue en julio, pleno verano, y por casualidades que nadie puede explicar nos tocó en una semana en que la temperatura se elevó a cifras récord. Pero esto no aplacó la tremenda experiencia que viví.

Para caminar y entender la historia de esta ciudad encontramos, por ejemplo, el castillo de Ljubljana, que está sobre un cerro donde se puede contemplar toda la urbe. ¡Subir allá a la hora del atardecer no tiene precio!

Zapatillas colgando de cables

Zapatillas colgando

Al costado del cerro encontramos una iglesia barroca, escondida y tímida, cuya historia nos dejaría con la boca abierta: la Iglesia de St. James, construida hace 400 años. A un costado se puede ver una torre gigante hecha por la familia Habsburg en celebración de su victoria sobre los pueblos turcos otomanos. Y así, mientras caminábamos, podíamos encontrar sorpresas en cada esquina de esta pequeña metrópoli.

Algo que me llamó mucho la atención fue la cantidad de zapatillas colgando de los cables eléctricos en el casco antiguo de la ciudad. Según pude averiguar, los locales creen que colgar un par de zapatillas trae buena suerte. El mito cuenta que el primero en hacerlo fue un zapatero, y al día siguiente éste estaba lleno de clientes nuevos. El segundo fue un abogado, y al día siguiente tenía trabajo, y así sucesivamente. Hoy es una tradición para quienes buscan suerte. Aún así, la diferencia de lenguaje no ayuda a los turistas a entender este ritual, tanto así que también nos dijeron que era un misterio. Si alguien sabe o ha escuchado por qué lo hacen ¡bienvenido es a contárnoslo! Lo que si descarté, es que fueran pandillas que delimitan su territorio, como es común, por ejemplo, en Chile.

Después de Ljubljana sólo tocaba tomar el tren para seguir la travesía hacia Budapest, para así seguir cumpliendo mi sueño de conocer Europa del Este.

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