Volver a mirarse en el espejo en India


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En mi caso siempre ha estado deambulando, entre la imaginación y esa realidad más cotidiana, la posibilidad de hacer un viaje a la India. Pero no una travesía cualquiera. Hablo de aventuras en que el sujeto se saca la mochila de turista y se confunde con la gente de esa tierra. Hablo de viajes donde es inevitable romper las cadenas porque a uno le salen alas. Hablo de expatriarse, de confundirse, de perderse. De caminar siete u ocho meses por un país tan lejano y desconocido que no puedes volver siendo el mismo.

 

Puerta de la India en Mumbai junto a edificios históricos

La famosa Puerta de la India

Hay viajes que uno no entiende bien por qué siempre ha querido hacer. Probablemente surgen después de escuchar a una persona que estuvo ahí o leer alguna obra donde el paisaje de ese país lo era todo. En mi caso siempre ha estado deambulando, entre la imaginación y esa realidad más cotidiana, la posibilidad de hacer un viaje a la India. Pero no una travesía cualquiera. Hablo de aventuras en que el sujeto se saca la mochila de turista y se confunde con la gente de esa tierra. Hablo de viajes donde es inevitable romper las cadenas porque a uno le salen alas. Hablo de expatriarse, de confundirse, de perderse. De caminar siete u ocho meses por un país tan lejano y desconocido que no puedes volver siendo el mismo.

Reconozco esa necesidad porque otras veces la he sentido y he partido a lo desconocido. Pero la India, ese universo de más de mil millones de habitantes y el segundo más poblado después de China, se ha vuelto para mí casi una obsesión. Viajar de aquí a allá, escuchar tantos idiomas juntos y revueltos, sentir nuevos sabores y aromas y ese calor que probablemente no te suelta. Sentir sus hierbas, el arroz del sur, el trigo y la pimienta negra.

A India se la ama o se la odia, lo sé porque lo he escuchado. Amigos que han vuelto fascinados, que dicen que todo lo que conocían se derrumba en esas milésimas de segundos en que aterrizan por primera vez y otros, muchos otros, que me confiesan que no quieren volver nunca más. Parece que allí no hay matices. Parece que allí no hay pausas. Supongo que está bien que sea así. Hay viajes y viajes, y no todos estamos hechos para los mismos lugares.

¿Pero qué pasa conmigo? Necesito contemplar esa pobreza, esa riqueza, su arquitectura, su música, su danza; su gente y sus colores. Por sus veintinueve estados, Asia del Sur y esa poesía que lo impregna todo. Por el cine y también la literatura. Porque todo empezó ahí. O casi todo. Porque al principio fueron las historias contadas de boca en boca y después, mucho después, vinieron las letras. Por sus pinturas, silencios y palabras salpicadas de historia. Por sus religiones y etnias. Porque dicen que es desconcertante y sus templos son únicos. Porque es el país de los mil colores.

He pensado que esa aventura por esa histórica región la puedo llevar a cabo durante 2015 y por eso me entretengo escribiendo qué cosas me gustaría hacer estando allá, leyendo lo que otros han hecho, investigando, soñando…

Quiero viajar a la india porque dicen que hacerlo es trasladarse a otro mundo, a otra tierra, retroceder en el tiempo. Nada de lo que hay después existe porque uno ya no es el mismo. Regresar a un punto. Encontrarse. A veces necesitamos eso. Empezar a creer, mirarnos a los ojos y enfrentarnos al espejo. ¿Vienes conmigo?

Lugar:

India

Intereses:

Gente

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