Volver a Quito, donde todo empezó


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Desde muy chica quería volver, sabiendo que sería como una primera vez. No existía ningún recuerdo en mi memoria del lugar donde nací. Recién 23 años después regresaba a la capital ecuatoriana.

 

Casas de estilo colonial en Quito

Quito

El 6 de julio de 1984 llegué al mundo en la Clínica de la Mujer de Quito, en Ecuador, país que me albergó durante mis primeros dos años de vida y que, de una u otra forma, algo me heredó. Llegué a Chile como una niña de gustos diferentes, amante de los camarones y de las pequeñas bananas.

Tenía ganas de hacer un viaje largo, así que partí por todo el mes de febrero a recorrer. Primero pasé por Perú –experiencia que les contaré en otra oportunidad– y luego llegué a mi país natal mostrando mi cédula de identidad ecuatoriana, claramente muy vencida. Algo pasó dentro de mí cuando me dijeron: “Bienvenida de vuelta”.

Vista panorámica nocturna de Quito

Quito de noche, ¡espectacular!

La quiteña

Nunca quise investigar mucho sobre Quito. No quería tener ninguna idea predeterminada en mi cabeza, así que dejé que todo resultara una sorpresa. Y lo fue.

Quito es una ciudad inmersa en Los Andes, y lo digo literalmente. Es un cerro tras otro, una ciudad llena de subidas y bajadas. Si les gusta caminar, sin duda se van a cansar, pero es tan hermoso que uno lo recorre con una sonrisa en la cara y la lengua afuera.

El clima es como el de Santiago, pero de un segundo a otro se pone a llover. Les aconsejo llevar siempre una capa de agua, ya que en un solo día se puede pasar por las cuatro estaciones.

Francesca junto a su enorme empanada

La primera y última empanada de aire de mi vida

Faltó queso

La oferta gastronómica es muy amplia, con estilos y precios para todos los gustos. Un paseo popular para encontrar artesanía y comida típica es la Calle de La Ronda, ubicada en el centro histórico de Quito, antes utilizada como camino de la ciudad Inca.

En uno de los locales, me llamó tanto la atención el nombre, que decidí pedir una empanada de viento. Cuando llegó no pude creer su tamaño equivalente casi a cuatro manos; pero me defraudó al descubrir que realmente era de viento, pues sólo llevaba un pequeño cuadradito de queso en la mitad. Si van, mejor prueben otra cosa (y me cuentan de qué me perdí).

Más tarde partí a la Zona Rosa, donde están los mejores bares de la ciudad, muchos de los cuales ofrecen cerveza gratis toda la noche. Allí conocí a un par de personas que alojaban en hostales del sector, que no habían dormido nada por el ambiente fiestero del lugar. Mala opción.

Francesca con un pie en cada hemisferio, en "La Mitad del Mundo"

Con un pie en cada hemisferio

Latitud 0-0’-0’’ 

La ciudad es hermosa y puede apreciarse en todo su esplendor desde el teleférico. Éste avanza a 4.100 metros de altura, lo que le ha otorgado el título del más alto del mundo. Entendí por qué la indicación de un cartel que decía “Cuidado, no corra” iba en serio.

Desde la estación de buses salen recorridos a La Mitad del Mundo, donde es inevitable sacarse una foto con un pie en cada hemisferio. Si van con más tiempo, pasen a Otavalo, un pueblo ubicado a 80 kilómetros de Quito. Dicen que es rico en cultura y artesanía, pero no pude comprobarlo, así que lo tengo pendiente. Es que cada sueño cumplido debe acompañarse de uno por cumplir.

Mi bus comenzó a descender y desperté abruptamente. El aire seco se había quedado atrás y la humedad caribeña me obligó a sacarme la mayor ropa posible. Quito está en los recuerdos y, definitivamente, en el futuro. Ya quiero volver.

 

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