Volver a Gili y disfrutarla como corresponde


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Indonesia fue nuestra primera parada en el Sudeste Asiático. Motivadísima por lo que parecía un destino paradisíaco, no hice más que pisar Gili Trawangan para que una playa ondera y llena de turistas se convirtiera en un verdadero infierno.

 

¡Cuidado con lo que comes en Gili!

¡Cuidado con lo que comes en Gili!

Ya habíamos pasado por Bali, pero estaba más ansiosa por lo que venía: nos faltaban las Gili Islands. De las tres, decidimos con Diego recorrer Gili Trawangan y Gili Air. Nos habían dicho que la primera era puro carrete, jóvenes, playa y fiesta 24/7. Mientras que Air era bastante más relajada, para recorrerla en bicicleta en poco tiempo, silenciosa y tranquila. Y así efectivamente fue.

Cruzamos en ferry, un viaje que duró cuatro horas aproximadamente. Llegamos a las 12 del día con un calor insoportable y unas mochilas que pesaban una tonelada (boté muchísimas cosas durante el viaje). Nos llevaron en carretilla hasta nuestro bungalow, dejamos las cosas y a recorrer Trawangan.

Muertos de hambre, nos sentamos en un restaurant que estaba en la arena, en la mismísima playa (casi todos son así, es exquisito). Nos habían advertido que tuviéramos cuidado tanto con el agua como con las frutas y verduras que comiéramos a lo largo del viaje. Pero me las di de Rambo y, como ya había pasado un par de semanas en que comí y nada ocurrió, pensé “por qué tendría que pasar ahora”. Así, pedí un sándwich de pollo con lechuga, tomate y pepinos. A eso le sumé un jugo natural de sandía. Veraniega total. Estaba rico, pero seco, así que pedí un poco de mayonesa y ketchup (de mal en peor). Como estábamos muertos de hambre, al pobre sándwich no le di ni un respiro. No hice más que terminarlo y empecé a sentir el estómago pesadísimo. “Debe ser porque comí muy rápido”, pensé. Mis pensamientos fueron absolutamente erróneos todo el maldito tiempo. Me vino un dolor de guata tremendo, buscaba Gatorade por todos lados, ilusamente, y nada. Fuimos a reservar el tour para ver a las tortugas al día siguiente. Pero el dolor era tan grande que me quise asegurar:

La ondera Trawangan

La ondera Trawangan

– ¿Devuelven el dinero en caso de que no vengamos? –le pregunté al pescador

– ¡Sí! Solo conserve este papelito –dijo refiriéndose a una especie de boleta.

Nos fuimos a tender a la playa, donde llegaron dos niñas para invitarnos a una fiesta que costaba tanta plata, salía a tal hora y había tales cosas incluidas. “Veámoslo”, le dije a Diego, tratando de disimular por completo el dolor. En un minuto se me pasó y fue tremendo alivio, hasta que llegó la noche. Me acosté y comenzó mi noche del terror. Sin mentir, me paraba cada 30 segundos al baño, donde literalmente terminé pasando la noche. Sangré, me afiebré, estaba con tercianas, me bajó la presión y me lloraban los ojos. Algo andaba mal. A la mañana siguiente, sin poder hablar, Diego se hizo cargo de todo: hablar con mi mamá, ver el tema del seguro y salir por ayuda, además de recuperar la plata del tour de las tortugas.

No pregunten cómo, a Diego le dieron las coordenadas de una “clínica”: un dormitorio con una camilla, un escritorio y un estante con remedios y jeringas. Me armé de valor, porque de verdad no podía salir de la pieza –mi estómago no aguantaba– y fuimos caminando hasta allá. Nos había costado mucho el tema del inglés (a veces hablan cuando les conviene) por lo que fui con cero expectativas. Al llegar, el doctor resultó ser un profesional de tomo y lomo, con un inglés perfecto y entendiendo por completo en qué se basaban mis dolores.

Gili Trawangan

Gili Trawangan

– Tus síntomas me indican que comiste verdura, fruta o algo crudo, ¿o me equivoco? –me preguntó.

Entonces me explicó que esas comidas están llenas de bacterias y bichos microscópicos que afectan el estómago del extranjero por la poca costumbre a comerlos. Y que lavarlos con agua podía ser peor, ya que sobre todo en la isla el agua no era potable. La higiene no era lo mejor, así que comer cosas cocidas era irse a la segura. Me mandó de regreso con cinco cajas de remedios, más 20 sobres de bebidas isotónicas en polvo (¡al fin!), una dieta absolutamente estricta y me prometió “con esto, ya mañana vas a tener solo los dolores musculares del estómago, y aunque te sientas bien, la dieta debe ser por los próximos seis días”. Así, anduve mucho mejor. Aunque ya al tercero era sufrimiento.

Me sentía genial y yo todavía tenía que andar pidiendo tallarines blancos con pollo cocido solo con sal. Tengo que rescatar la amabilidad de la gente al hacerme precio especial por la comida que pedía y ser absolutamente cuidadosos en cómo la cocinaban. ¡Deben estar acostumbrados al extranjero debilucho! Gili Trawangan era increíble, pero me quedé con esa bala pasada de no haberla disfrutado como en verdad corresponde. Me veo en la obligación de volver a Gili para nadar con las tortugas.

Lugar:

Indonesia

Intereses:

Playas

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