Vivir en un ger en Mongolia


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¿Cómo será vivir en un ger mongoliano? ¿Cómo se sentirá el desarraigo y estar en constante movimiento, sin echar raíces en ninguna parte? De aquí nace mi sueño, el de moverme con los nómades de Mongolia según manden las estaciones.

 

Siempre tuve la necesidad de movimiento. Me encantaba vivir en el campo con mi familia, pero me habría encantado también que mi papá hubiera tenido un trabajo de esos que nos obligaran a mudarnos todos los años para conocer distintos lugares y personas.

Los seres humanos somos bien complejos, y después de muchos años he logrado entender que lo que me ocurre no sólo tiene que ver con las ganas de viajar y desplazarme; tengo una necesidad inherente de apreciar lo nuevo y lo desconocido, una característica que se da incluso cuando voy de compras al mismo lugar, pero decido tomar un camino distinto para llegar.

Desierto de Gobi, con gers a lo lejos

Desierto de Gobi

Hace mucho tiempo vi  La historia del camello que llora, un documental que cuenta las aventuras de una familia de nómades en el desierto de Gobi, en Mongolia. Además de todo lo interesante y exótico del relato, lo que más me llamó la atención fue la vida errante que llevaba esta gente, desplazándose de un lado a otro según la estación. Una rutina de supervivencia llena de costumbres, ritos, caballos y camellos.

Desde ese día tengo la curiosidad inmensa de conocer cómo es que se vive adentro de un ger (tiendas en las que se desplazan y alojan), y pasar un tiempo con ellos tratando se seguir y conocer su verdadera rutina.

Yanjka, Zaia y Altaa, las amigas de Gia

Yanjka, Zaia y Altaa

Yanjka, Altaa y Zaya

Cuando estuve en India me hice muy amiga de tres chinitas muy especiales, mis hermanitas, como les llamo yo. De chinas  sólo tenían los ojos, porque las tres eran de Mongolia, y a pesar de que ya van años que no las veo, seguimos comunicándonos.

Para el común de los occidentales, es típico pensar que cualquier persona que tenga ojos rasgados es chino, pero nada que ver. Yo los veía a todos iguales, pero ahora, y luego de conocer Japón y China, puedo distinguirlos fácilmente con solo mirarlos.

Un día pasó algo gracioso. Mi amiga Yanjka me confesó que no podía ni ver a la gente de China, y yo no lo podía creer. “Pero si es tu misma gente”, le decía muerta de la risa. Y claro, si los asiáticos son muy especiales, desde la forma de vestirse hasta la de comer. Es asombroso lo diferente que alguien que proviene de Corea del Sur puede llegar a ser de un japonés, por ejemplo.

Antes de refugiarme en el Gers tengo la intención de reencontrarme con mis queridas amigas, por supuesto. Para suerte mía las tres viven en Ulán Bator, así que pretendo quedarme algunos días con cada una, y así conocer desde distintos puntos su forma de vida y cultura, para luego viajar al desierto Gobi y refugiarme en sus gigantes dunas en compañía de mi sueño viajero, una auténtica familia de nómades del desierto.

Lugar:

Mongolia

Intereses:

Camping Gente

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