Viviendo con elefantes en Chitwan, Nepal
Creo que una de las cosas más increíbles de viajar es descubrir lugares. Rincones de los que nadie nos ha hablado, pero que nos han parecido emocionantes y hermosos. En China me enamoré de Xingping, en Japón de Nara y en Nepal de Chitwan, el hermoso descubrimiento del que les voy a hablar ahora.
No sé cómo ni cuando llegué allí, pero un día desperté y resultó que mis nuevos vecinos eran dos elefantes. Ya había entrevistado a la ex Kumari (diosa viviente) famosa de Kathmandú, Rashmila Shakya, para un reportaje que me habían encargado, así que quería estar en paz, desconectada, disfrutando a concho cada instante que me quedaba en el país.
Si alguna vez soñaste con estar en un lugar justo al frente de una jungla, sin carreteras ni calles de cemento, con muy poca civilización, rodeado de elefantes – con una sala cuna de ellos, incluso– y que además tuviera un río para navegar o sentarse a ver los atardeceres y campos más espectaculares, ese lugar es Chitwan.
En la piel
Chitwan es el Parque Nacional de Nepal, su Patrimonio a la Humanidad, un lugar casi completamente natural y al que le sobra encanto.
Hospedarse en este pueblito es demasiado barato y la mayoría de las estancias están bien apartadas unas de otras. Para los más aventureros existe la posibilidad de realizar un safari en el que el plato fuerte consiste en ver rinocerontes, osos y otros animales salvajes.
Recuerdo que un día, mientras caminábamos perdidos por los verdes fluorescentes campos de arroz, conocimos a unas niñas que nos invitaron a su hogar, y al llegar ahí nos dimos cuenta de que se trataba de un orfanato. Un recuerdo hermoso y nostálgico, sobre todo por lo que esos pequeños te entregan con apenas conocerte. Pasamos toda la mañana con ellos y al atardecer volvimos para seguir compartiendo y amándolos.
A Chitwan me la llevo grabada en la piel por las cicatrices que me dejaron las sanguijuelas en los pies y tobillos cuando me metí a la jungla sin el equipo necesario para estos casos. Yo subo montañas con falda y medias de nylon, y si me da calor me baño con lo que lleve puesto en los ríos o lagunas que encuentre, pero esa vez la improvisación me jugó en contra.
Pero la culpa no fue de Nepal, claro, fue un error humano que casi me costó los pies, pero que también me enseñó la mejor lección de la vida viajera: siempre, vayan donde vayan, compren un seguro de viaje, porque uno nunca se imagina lo que puede llegar a pasar.
Para aquellos que quieran perderse en los campos andando en bicicleta, bañarse con elefantes, explorar la jungla o permanecer en calma y soledad está Chitwan, un paraíso precioso para olvidarse del mundo o reencontrarse con él.