Transmongoliano, segunda parada: Novosibirsk


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Llegué a la capital de Siberia el 31 de diciembre sin expectativas. Sin embargo, el año nuevo fue tan increíble que quedó en mi top 5. Disfruté la comida en la calle, me divertí viendo bailes rusos que desafiaban las leyes de la gravedad y de la anatomía, y empecé el 2015 haciendo lo que más me gusta: viajar.

 

Fernanda caminando por Novosibirsk

Caminando por Novosibirsk

Con algo de experiencia acumulada en el primer trayecto, esta vez iba más preparada. Llevaba un par de ensaladas, desayunos más fáciles de preparar y unos cuantos snacks para satisfacer momentos de gula. El trayecto en el tren Transmongoliano entre Ekaterimburgo y Novosibirsk duraría 30 horas, y seguiría atravesando Siberia principalmente de noche debido a los constantes cambios de huso horario y a las poco menos de seis horas de luz diarias.

Según Lonely Planet, en esta ciudad considerada la capital de Siberia no hay nada interesante que visitar excepto los irish pubs, en caso de ser fanático de este tipo de locales. A más de 3.000 kilómetros de Moscú, Novosibirsk es la tercera ciudad más poblada de Rusia, fenómeno que se explica por la calidad y cantidad de universidades de orientación científica, y también por la instalación de grandes empresas y de industrias en la zona.

Y aunque rara vez pase, esta vez Lonely Planet se equivocó un poco. Lo primero que me llamó la atención al llegar a Novosibirsk fue lo enorme que era la estación de trenes; realmente se notaba que era la más grande del recorrido. Lamentablemente, el tiempo era poco como para pasear y sólo me quedaban un par de horas para encontrar el hotel, darme un largo baño y buscar dónde pasar el año nuevo.

Fuegos artificiales en Novosibirsk

Celebrando el año nuevo

Las 12 con hipotermia

Una vez lista, el objetivo era claro: encontrar un lugar donde comer, no congelarme y celebrar, y el centro de la ciudad prometía cumplir con estos tres requisitos. Tomé el metro hasta la plaza de Lenin y, al salir a la superficie, quedé boquiabierta por el tamaño de todo lo que me rodeaba.

Frente a mí se situaba la imponente Academia de la Ópera y Ballet, equivalente al Bolshoi de Moscú pero de arquitectura soviética, o sea una estructura gigante y tosca. En el centro de la plaza se erigía una mega-escultura de Lenin con campesinos y guerreros apoyando al gran líder soviético.

Una avenida de doce pistas me separaba de lo que parecía ser la fiesta de la ciudad. En Rusia no se celebra la Navidad como en occidente, ya que el intercambio de regalos se hace la noche del 31 de diciembre, por lo que el cotillón principal eran los gorros navideños.

Fernanda subiéndose al tren en la estación de Novosibirsk

Próxima parada: Irktusk

Animando la fiesta y tocando con una banda sobre el escenario se encontraba el Abuelo del Frío, la versión estilizada, nórdica y elegante de la imagen de Santa Claus que creó Coca-Cola. Familias con niños y abuelos, grupos de amigos jóvenes y no tanto, todos juntos esperando la cuenta regresiva y los fuegos artificiales en el cielo.

Tri, dba, odin (tres, dos uno) y ¡feliz año nuevo! ¡Gorros volando, brindis y abrazos! Un refrán ruso que siempre se aplicó en mi casa dice: “Pasarás el siguiente año tal y como lo recibas”, y espero que mis próximos 365 días sean exactamente así: viajando, viviendo, y sobre todo, consciente de la suerte que tengo al tener una vida llena de cariño de parte de las personas que me rodean y de mis gatos.

Aunque no conseguí cumplir el objetivo de “no congelarme”, puedo decir que este año nuevo está en mi top 5. Disfruté como nunca la comida en la calle, me divertí viendo bailes rusos que desafiaban las leyes de la gravedad y de la anatomía, y estaba lejos de todo lo que provocan las expectativas de una celebración de película.

Empecé el 2015 rehaciendo la mochila y preparándome para el próximo tren con destino a Irkutsk.

Lugar:

Rusia

Intereses:

Eventos Fiesta Trenes

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