Transmongoliano, cuarta parada: Ulán Bator


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Desde Ulán Bator decidí seguir los pasos de Genghis Khan. Cumplí el sueño de vivir con una familia nómade y, finalmente, llegué a Kharkhorum la antigua capital del imperio mongol.

 

Estepa en Mongolia

Estepa mongola

Despertar en la estación de trenes de Naushki es lo más parecido al limbo que se puede estar en vida. En una vacía pieza blanca, con un par de ventanas por las cuales entraban unos débiles rayos de sol, esperé eternamente el tren a Mongolia mientras olvidaba lo gélido que estaba afuera. Una voz en los parlantes cortó toda mi inspiración, pero supuse que la traducción fue: “Ya llegó la hora del juicio final” o “súbete al tren”.

Ahí estaba el vagón, abandonado en los rieles, surrealista, sin locomotora y con un par de pasajeros más. Instalada en mi camarote, otra eternidad pasó hasta que engancharon el resto del tren, y que los policías fronterizos con sus perros terminaran de revisar cada rincón del vagón y timbraran los pasaportes dejándonos avanzar hacia el cielo o el infierno.

Desde el tren veía el amanecer y alcanzaba a vislumbrar un paisaje completamente distinto, ya no había nieve y el sol salía a través de las Montañas de Khentii. Por primera vez en el trayecto se podían ver animales. Entre el desfile de pájaros y caballos aparecieron tres camellos peludos asomados por mi ventana mientras desayunaba. ¡Bienvenidos a Mongolia!

Tras los pasos de Genghis Khan

Llegué a Ulán Bator un viernes a las 5:30 AM sin tener alojamiento y con ganas de quedarme por tiempo indefinido. En la estación, la dueña de un hostal esperaba pasajeros perdidos como yo. Camino al hostal me contó sobre lo imposible de recorrer el país sin un tour. Admito que terminó por convencerme y, al ver todas las opciones, los precios, y la realidad, decidí que tenía que comprar rápido un pasaje para salir de ahí.

Estatua de Genghis Khan en la Plaza Sukhbaatar

Estatua de Genghis Khan en la Plaza Sukhbaatar

Con pasaje en mano y tugriks en mi bolsillo, estaba lista para un tour express y estar camino a China el domingo a primera hora. Ulán Bator es la ciudad más poblada de Mongolia y la capital más fría del mundo. La cantidad de autos y el carbón que se usa para la calefacción de las casas hacen el aire irrespirable. Literalmente me empecé a asfixiar frente a la gigantezca estatua de Genghis Khan y otros grandes guerreros mongoles en la plaza de Sukhbaatar.

El primer día de tour teníamos que recorrer 300 kms para pasar la noche junto a una familia nómada. El trayecto duró seis horas por un camino rústico y con animales cruzándose por la vía. A mitad del camino, el chófer paró en un restaurante de carretera y me preguntó con gestos si me gustaba la carne. Mientras soñaba con un exquisito bife, pensé que todo iba mejorando y que pronto me comería mi maaj… La poca carne que había en mi plato de grasa era tolerable, pero el pelo de caballo pegado a la grasa realmente me quitó las ganas de comer.

Mi familia nómada eran dos abuelitos que me esperaban con la comida lista dentro de su yurta. Nada como un plato de arroz y unos burzú (iguales a los rusos) para sentirme mejor. La yurta en su interior es de madera y el techo es sostenido por vigas con flores de colores pintadas. Después de compartir, me fui a dormir y ellos se encargaron de mantener la chimenea prendida durante toda la noche y no dejarme morir de hipotermia.

Monstaerio de Erdene Zuu

Monstaerio de Erdene Zuu

Al amanecer, partimos con el chófer hacia Kharkhorum, la antigua capital del imperio mongol. Esa ciudad fue planificada por Genghis Khan, pero sus descendientes al mando lograron concretarla. La importancia de Kharkhorum era tal que fue paso obligado en la Ruta de la Seda. En su máximo apogeo convivían personas de distintos credos y culturas, había mezquitas, sinagogas e iglesias, todas unidas por el comercio. Sin embargo con la invasión china esta ciudad fue completamente destruida.

Sobre los cimientos de la gran capital se construyó el monasterio budista de Erdene Zuu. Este conjunto de templos es el más antiguo del país, uno de los pocos que sobrevivió a la invasión soviética donde muchos fueron destruidos y miles de sus monjes asesinados. A pesar de que algunas ruinas evidencian estos períodos de oscuridad, y la falta de mantenimiento da un aspecto general decadente, caminar entre sus templos y ver a los monjes me dieron una sensación interna de paz.

La vuelta fue más larga que la ida, el paisaje de estepas más monótono y además se nos pinchó un neumático. Volví al hostal a descansar lo justo para estar en la madrugada nuevamente en la estación de trenes. Quizás mis expectativas fueron muy altas por estar yendo a un lugar misterioso y recóndito. Quizás veces lo mejor es que lo desconocido siga siendo desconocido. Pero gracias a mi rápido paso por Mongolia tuve el tiempo suficiente para terminar el Transmongoliano y llegar hasta Filipinas y conocer el cielo.

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