Torres del Paine: una W completamente diferente


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Aunque la idea inicial era hacer este viaje con mi pololo y un amigo suyo, las casualidades nos llevaron a conocer a una familia que hizo de mi tercera pasada por la W una experiencia inolvidable.

 

Continuando con mis vacaciones invernales en verano, mi segundo destino fue Torres del Paine. ¡Sí, otra vez! La bonita experiencia que había vivido en noviembre junto a Fantástico Sur me impulsó, sin pensarlo dos veces, a aceptar recorrer el parque por tercera vez, pero esta vez sin lujos.

Durante mi vida como estudiante de Periodismo me prometí algo muy importante, una meta que debía cumplir sí o sí. Cuando terminara la universidad tenía que viajar, tomarme unas buenas vacaciones a modo de auto regalo por todo lo que había estudiado. Me lo propuse y lo cumplí. Así que, después de recorrer Europa durante un mes, volví cuatro días a mi casa y partí nuevamente. El bichito viajero que me llegó después de que me regalaran la bandera Faro no se iba de mí. Quería seguir recorriendo.

Torres del Paine, Chile

Después de mi viaje a Europa, no quería dejar de viajar

Mi pololo y un amigo suyo querían ir a las Torres del Paine, y yo, como absoluta viajera, no pude decir que no. Había que darle otra oportunidad al parque. A pesar de programar con tiempo los días, la comida, la carpa y todos los utensilios necesarios, al principio algo salió mal, pues nuestro plan era llegar al primer camping –Torre Central– para poder descansar y partir al otro día a El Chileno sin problemas. Pero como veníamos de Argentina, el trámite aduanero se demoró más de la cuenta y perdimos el bus, lo que nos llevó a tener que madrugar al día siguiente y caminar un poco más.

Con una mochila de aproximadamente 13 kilos partí a realizar mi segunda W. A diferencia de la vez anterior, ahora tenía que llevar de todo. Y, por favor, como dato importante, ¡no lleven la mochila más cargada de lo que podrán aguantar! Digo esto porque lo he recomendado muchas veces, no hacen caso y después se vuelve una carga preocupante.

Durante nuestro primero tramo, el más duro, nos cruzamos con dos niños que nos saludaron. Al llegar al camping nos dimos cuenta de que sus carpas estaban muy cerca de las nuestras, pero la sorpresa fue mayor cuando notamos que no estaban solos, sino con su familia; eran diez personas, contando a sus papás y primos, algunos de los cuales venían de Francia.

Torres del Paine, Chile

Los amigos que conocimos en el camino

Nos reencontramos con la familia en Base Torres y nuestro camino se cruzó nuevamente en Cuernos, donde pudimos conversar un poco más. Por la noche nos reuníamos a compartir en nuestras carpas y de a poco nos fuimos dando cuenta de que no estábamos viajando solos, pues el resto del viaje lo pasaríamos acompañados.

Debo admitir que al tercer día de caminata no me quería mover mucho, así que decidí quedarme leyendo y disfrutando un poco la naturaleza, lejos de cualquier señal de celular. Algunos integrantes de la familia llegaron antes del trekking al Valle del Francés y me quedé conversando con ellos. Amalia, la más pequeña, se cayó durante el trekking y, como su carpa estaba cerrada, se quedó descansando en la mía. Después de eso, cada vez que me veía corría a abrazarme, lo que me llenaba de alegría. De a poco se iba formando un lazo.

Tanto se preocupaban de nosotros que, cuando regresaban de su cena en el refugio, nos traían algunas cosas para comer. Incluso, un día nos dieron el mejor regalo del mundo: ¡Nutella para compartir! (no se imaginan mi alegría). La relación era tan entretenida que, incluso, las primas Catalina y Victoria decidieron celebrar un matrimonio simbólico entre Felipe y yo.

Caming en Torres del Paine, Chile

Todas las noches nos reuníamos en el camping

Cada vez que nos despedíamos en los campings nos poníamos de acuerdo para juntarnos en el siguiente. El último día debíamos llegar hasta Paine Grande, pero una lluvia torrencial nos hizo caminar más lento, por lo que con Felipe nos quedamos atrás. Al llegar al refugio, los niños salieron a abrazarnos y a contarnos que nos estaban esperando. ¡No se imaginan la sorpresa que fue verlos a todos salir a recibirnos!

Al día siguiente ellos volverían a Puerto Natales y de ahí a Punta Arenas, por lo que aprovechamos de compartir, jugar, conversar y sacarnos fotos. Incluso nos invitaron a tomar una cerveza y, siguiendo con la tradición, cada vez que pudieron nos trajeron comida de sus cenas. Esas pequeñas cosas hicieron de éste un viaje completamente diferente al esperado.

Al salir del parque nos fuimos juntos hasta el catamarán, prometiéndonos que nos veríamos en Natales. Sin embargo, por cosa de tiempo y retraso de nuestros buses, no nos pudimos encontrarnos para despedirnos, pero nos quedamos con el mejor recuerdo de ellos. Soy la persona que tiene menos paciencia con los niños, pero cada uno de ellos fue tan amoroso, divertido y simpático, que lograron hacerme reír. Sin ellos el viaje no habría sido el mismo, lo que me convence de que las casualidades pasan por algo, pues si hubiéramos ingresado al parque un día antes esto no hubiese sucedido.

Ferry desde Torres del Paine, Chile

Sin la familia que conocimos, el viaje no habría sido el mismo

Nota: ¡Gracias a mi pololo por las fotos (y por toda su paciencia)! En su web pueden ver más de su trabajo: www.felipegalvezengels.com.

Lugar:

Chile

Intereses:

Gente Parques Trekking

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