Sueño cumplido en la capital de los reyes


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Con sólo una visita quedé enamorada de Londres. Es que la ciudad es perfecta, pues combina lo moderno y cosmopolita de Nueva York, con lo histórico y bohemio de Madrid. Por Nicole Olivares.

 

Nicole con el Big Ben de fondo

Con el Big Ben de fondo

El avión tocó suelo a las 8 AM en un Stansted todo nevado. “Oh my god, vamos a morir de frío”, pensamos con mis amigas. Pero luego recordamos que habíamos contratado un bus turístico que, aunque no era nuestro ideal para recorrer la ciudad, al menos nos ayudaría a capear el frío.

Después de una hora y media de viaje en bus hacia la ciudad, el frío pasó a ser sólo una anécdota, pues Londres nos esperaba con un sol radiante. Me sentí emocionada, viendo cómo sus rayos se reflejaban en los edificios nuevos y también en los históricos.

Tras dejar las cosas en el hotel, acompañamos a una de mis compañeras a la casa de un amigo colombiano, donde ella se alojaría. Era una casa típica londinense, en un barrio tranquilo por New Cross RD; era maravillosa y tenía un amplio jardín verde con barbacoas y banquitas, igual como en las películas.

Luego vino la magnificencia del Big Ben y el Palacio de Westminster, recorrer el centro de la ciudad y encantarse con su estilo moderno e histórico a la vez. Después pasamos por Trafalgar Square hacia la iluminada Piccadilly Circus, una zona llena de teatros, cines, tiendas y restaurantes. Por la noche cruzamos el London Bridge sentadas en el segundo piso del bus, en una experiencia memorable que, definitivamente, fue un sueño cumplido.

Lo imperdible

Lo especial de este viaje es que no tenía itinerarios y nos permitió dejar de lado el estrés de “tener” que conocer toda la ciudad. Fue más bien un paseo relajado con mis nuevas amigas del máster que estoy haciendo en Madrid. Es que, cuando vives afuera, ellas se convierten en tu familia y es como si las conocieras de toda la vida.

Nicole y sus amigas arriba del London Eye

Con mis amigas arriba del London Eye

Nos fuimos moviendo por los impulsos y por lo que queríamos ver. Como la mañana del sábado: después de deslumbrarnos con las vistas de la ciudad desde el London Eye, comenzó a llover con mucho viento, así que, para escaparnos de la lluvia, decidimos tomar un tour por el río Támesis. Fue divertido y nos entregó una vista privilegiada del London Bridge desde las aguas.

No quisimos perdernos los pubs londinenses, para disfrutar de una cerveza y degustar un pie de carne o el típico fish and fries. En el Honest Burger Camden (ubicado en el barrio bohemio de la ciudad) probé una de las mejores hamburguesas que he comido en mi vida, acompañada por una buenísima cerveza artesanal de elaboración propia.

También presenciamos el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham, pero no pudimos entrar a él porque es la residencia de la reina Isabel II. También visitamos el British Museum, que es gratuito, y entramos a la Catedral de St. Paul durante misa.

Al final de nuestro último día en Londres, y una vez que las tiendas cerraron sus puertas, quisimos aprovechar el entretenido ritmo de la bohemia londinense. Por eso, terminamos el viaje brindando por la aventura, junto a unos mojitos black y unos amigos gringos que conocimos.

Una vez en el aeropuerto, de vuelta a Madrid, me requisaron un pesto de Jamie Oliver que le llevaba de regalo a mi mamá. Así que con eso tengo una excusa más para volver y perderme en el encanto de esta ciudad.

Nicole en Piccadilly Circus, en Londres

En pleno Piccadilly Circus

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