Sin dieta en Bruselas

 

Lo reconozco: tengo alma golosa. No puedo evitar sacar fotos a cada manjar que se cruce en mi camino, buscar las delicias típicas del país ni, obviamente, probarlas. 

 

Venía de visitar Francia y deleitarme con su estupenda gastronomía, y pronto pisaría tierras italianas, donde me entregaría por completo a mi comida favorita. Pero al llegar a Bélgica la verdad es que no esperaba nada, pues mi ignorancia y falta de asociación lógica no habían hecho clic en mi cerebro con el famoso chocolate belga.

Chocolates en Bruselas, Bélgica

¡Se me había olvidado que Bélgica es el paraíso del chocolate!

Salí a explorar Bruselas sin rumbo fijo. Un mapa me mostraba rutas poco turísticas, las cuales se podían hacer caminando. Obviamente me perdí, pero nada importaba pues doblaba en cada esquina que me parecía atractiva. Así llegué a un local lleno de vida, donde los gritos de los comensales ordenando sus platos se mezclaban con los  de los cocineros indicando qué estaba listo. Un mesón largo atiborrado de botellas de vino blanco invitaban a sumar una al pedido. La especialidad de la casa: los productos del mar.

Mer du Nord es una mezcla de restaurante, comida callejera y bar. Decenas de personas cada día se acercan a esa famosa esquina para disfrutar platos marinos y un buen vino en un ambiente informal. No existe servicio a la mesa; de hecho, ya conseguir una es toda una suerte, así que todos comparten el espacio común. Por eso resolvimos usar una banca de la plaza y sentarnos en el suelo (a una familia le encantó la idea y se nos sumó al otro extremo). Decidimos probar la sopa de escargot (caracoles) que fue realmente un acierto, pues estaba riquísima y el vino blanco bien helado era su pareja perfecta.

Mer du Nord, Bruselas, Bélgica

Nuestra mesa con las delicias del Mer du Nord

Luego de este tentempié, y un poco borrachos, continuamos nuestro camino sin saber lo empalagosa que se venía la tarde.

Desde la plaza central divisé una avenida peatonal extremadamente concurrida, donde parecía que algo pasaba, y tenía toda la razón. Era el paraíso del dulcero llevado a su máxima expresión. Cada local se especializaba en algún tipo de golosina, confite o bollería que, obviamente, incluía chocolate. Los reyes de la calle eran los waffles, cuyo precio comenzaba en 1 euro e iba subiendo a medida que se le agregaban ingredientes. Al mío le puse frutillas, crema y chocolate.

Waffles en Bruselas, Bélgica

Miles de waffles con cosas exquisitas

Como el bolsillo estaba algo escuálido, pero las ansias de probarlo todo eran enormes, opté por entrar a cada tienda y aprovechar las muestras gratis. Eran tantas que fueron suficientes para terminar hostigada y feliz.

Bruselas es una ciudad deliciosa y no sólo por sus productos frescos del mar, quesos, papas fritas perfectas en cada cuadra y las montañas de chocolates, sino que además es extremadamente rica culturalmente. Espacios públicos a todo color con arte callejero y materiales reciclados daban vida a juegos y asientos; huertas comunales nos invitaban a cuidar el medio ambiente y sacar un tomate.

Allí, rodeados de lo que para unos es basura y para tantos otros una forma de expresión y estilo vida, vimos el sol caer lentamente. Una buena conversación en torno a diversas cervezas belgas fue el fin de un día perfecto. Hay veces que el no tener expectativas es la mejor forma de conocer un lugar.

Arte callejero en Bruselas, Bélgica

Bruselas está llena de arte callejero

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