Roadtrip por USA, parte 1


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Después de un año viviendo en Vancouver, Canadá, nos fuimos en bus a Seattle, nuestra puerta de entrada al país yanqui que, a decir verdad, nunca estuvo en mi bucket list.

 

Después de hacer couchsurfing en Oregon y recorrer su maravillosa costa, llegamos al fin a San Francisco, la única ciudad gringa que moría por conocer. Tras unos días y varios eventos desafortunados que cambiaron el rumbo de nuestro viaje, nos tomamos un avión y nos fuimos a llorar las penas a Las Vegas, la famosa ciudad del pecado, donde además de confundirnos con homeless por lo hipientos que andábamos, comenzó una aventura de dos semanas arriba de un auto que nos llevaría a descubrir los estados de Nevada, Utah y Arizona, con sus respectivos parques nacionales, abismantes cañones, eternas carreteras y desiertos infinitos.

Obviamente hicimos un stop en el mítico Gran Cañón, que destaca por su abismante tamaño, pero fueron otros los cañones que capturaron más mi atención (y la del lente de mi cámara). Así que si eres un amante de la fotografía, estos son algunos de los spots que no te puedes perder:

Bryce Canyon: este particular cañón es como un bosque de chimeneas de hadas. El lugar tiene miradores desde varios ángulos que te permiten apreciar las alucinantes formas. Al atardecer, el ya rojizo cañón se pone más rojo aún.

Bryce Canyon, Estados Unidos

Bryce Canyon

 

Antelope Canyon: si viste 127 horas sabrás de qué hablo. Este cañón se ubica en tierra de indios navajos, quienes no te permiten el ingreso a éste a menos que pagues el tour, que sale un riñón. Yo pagué por el tour fotográfico, que te permite tomar fotos sin gente de fondo y en el momento preciso en que entra la luz a las entrañas del cañón. Las formas y colores que puedes apreciar ahí adentro varían entre rojos, violetas a azules.

Antelope Canyon, Estados Unidos

Antelope Canyon

 

Horseshoe Bend: como lo dice su nombre, este alucinante accidente geográfico tiene la forma de la herradura de un caballo. Queda cerca del Antelope Canyon en la ciudad de Page, Arizona. En pleno verano pueden hacer más de 40 grados y desde el estacionamiento hasta el mirador mismo se camina durante 15 minutos, así que lleva un gorro y suficiente agua. Pero ya verás que las vistas y la adrenalínica selfie merecen la pena 😉

Horseshoe Bend, Arizona, Estados Unidos

Horseshoe Bend

 

Arches National Park, Utah: este es uno de esos lugares que te hacen sentir diminuto e insignificante. Millones de años de erosión han esculpido esos arcos gigantescos que enmarcan a la perfección ese paisaje lunar.

Arches National Park, Utah, Estados Unidos

Arches National Park

 

Monument Valley: desde el punto anterior emprendimos rumbo al sur, para pasar la noche en la mítica carretera de Monument Valley, en la frontera entre los estados de Utah y Arizona. Recuerdo esa noche como si fuera ayer: tras manejar largas horas paramos en uno de esos moteles que hay salpicados por el camino, dormimos como tres horas y pusimos el despertador a las 3 AM. El plan era manejar hasta Monument Valley de noche, encontrar un buen lugar e instalarnos en silencio bajo la vía láctea que esa noche brillaba como nunca, despedir la noche y ver salir los primeros rayos del sol.

(foto)

Sedona: la guinda de la torta de esta parte del viaje fue un lugar muy diferente a los anteriores. La mística Sedona es una pequeña ciudad que está a dos horas y media del Gran Cañón, y es algo así como un oasis con hermosas casas, tienditas y restaurantes, todo rodeado de una naturaleza que destaca en ese desértico escenario.

Sedona, Estados Unidos

Sedona (a nuestros pies, la cajita con los cuadernos)

Y lo que sin duda hizo diferente nuestra pasada por este mágico rincón fue la generosa hospitalidad de Peter, algo así como el embajador de Couchsurfing en Sedona. Este amante del trekking y la escalada cada día al alba subía a la punta de un cerro rocoso llamado Bell Rock, por su forma de campana invertida, y creía con mucha convicción que un 11 de noviembre se abriría un portal sobre la punta. El 11/11 significaba algo para él; tenía como meta subir a 1.111 personas y en su perfil de Couchsurfing sólo exigía a quienes se quedaran en su casa que a la mañana siguiente subieran con él, dejando claro que la caminata partía al amanecer y era dura. Accedimos y nos aceptó. Subimos hasta la punta del Bell Rock, nos tomó fotos y nos hizo parte de su club de 1.111 personas, siendo yo la 520 y mi compañero el 521. Una vez en la cima, Peter nos mostró una cajita que estaba como apernada al suelo y, al abrirla, descubrimos en su interior unos cuadernitos donde más de 500 personas habían dejado mensajes inspiradores y emotivos.

Tras dos noches a punta de tinto chileno y pastas, nos despedimos de ese gran personaje con un abrazo capaz de estrujar alma, y nos fuimos a la taquillera city of angels. La segunda parte del roadtrip venía con aires playeros y contemplaba un gran sueño: abrazar a los gigantes del bosque.

(Esta historia continuará),

Intereses:

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