Recorrer Costa Rica en una van
Nunca pensé que pudiera tachar este sueño en mi bucket list, pero cuatro australianos me subieron a un vehículo con patente californiana y me ayudaron a cumplirlo.
Siempre quise hacer un roadtrip con amigos por Centroamérica, pero lamentablemente no es nada fácil armar un grupo de personas que compartan tu mismo sueño y que estén dispuestas a viajar por cierta cantidad de tiempo con un presupuesto determinado.
Por esta razón decidí renunciar a mi sueño de la combi y me lancé en otra aventura solitaria a un destino que siempre estuvo en mi cabeza: Costa Rica.
El mejor plan es no tener ninguno
Originalmente tenía pensado quedarme un mes recorriendo el hermoso país, así que empaqué mis zapatillas de trekking, metí toda mi ropa vieja y me subí al avión preparada para todos los parques nacionales que había visto en internet.
Sin embargo, una vez más el destino me demostró por qué nunca se deben hacer planes estrictos cuando se viaja. Y es que todo el panorama puede cambiar en cosa de minutos.
En esta ocasión me enamoré de una playa llamada Santa Teresa, donde me quedé por más de dos semanas. Ahí conocí a unos australianos muy buena onda que andaban recorriendo el país en una van y me invitaron a sumarme a su ruta tras contarles que siempre quise hacer lo mismo.
Como soy súper difícil de convencer, no me demoré más que un par de días en cambiar mi pasaje para otro mes más y sumarme a la gran aventura sobre ruedas: recorrer Costa Rica en una van.
El Fuego Blanco is a good girl
La van era una Ford 350E con patente californiana. Tenía cuatro asientos dignos de primera clase, una amplia cama en la parte de atrás, luces que se veían mejor cuando sonaba Barry White y una tiki girl que lo dejaba todo bailando en el área de los posavasos.
Fuego Blanco debía su nombre al color y a la potencia que tenía. Pero, a pesar de tener un nombre masculino, los aussies seguían tratándola como mujer cada vez que superaba un nuevo obstáculo: «Good girl!».
La van se portó increíble. Desde mi puesto en la cama presencié cómo cruzó ríos, montañas y caminos donde muchos se han quedado estancados.
Nos llevó a pueblos remotos donde es muy difícil llegar de otra manera. Nos mostró rincones del país que la mayoría de los viajeros no llega a ver. Nos salvó de hostales sin camas disponibles y de largas horas en incómodos buses.
La van representa todo mi ideal romántico del viaje sobre ruedas que siempre tuve en mente y que, gracias a locuras del destino, al fin pude cumplir.