Pula: una ciudad en tonos turquesa
Existe un recorrido de encanto por Europa del Este, que empieza por Croacia y termina en Praga. Son países y ciudades maravillosas, muchas veces olvidadas por los turistas que van a conocer Europa. Para mí esa ruta era un sueño y un destino obligatorio.
El avión aterrizó en Rijeka, Croacia, proveniente de Frankfurt. Ya con los primeros pasos me di cuenta de que no estaba en la típica Europa. El idioma era irreconocible, los aspectos físicos eran distintos, y el clima y la geografía eran una maravilla; humedad, mucha vegetación, acantilados, rocas de todos los blancos, carreteras rústicas y playas turquesa que nada tienen que envidiar.
Croacia ha sido lentamente desplazada por Grecia como el principal spot de veraneo, gracias a lo barato que es volar a Grecia, y porque Croacia aún no adopta el Euro. Sin embargo, este último aún tiene mucho que ofrecer y nada que envidiar. Ubicado en un lugar privilegiado para luego seguir conociendo Europa del Este, ¡es perfecto para los que nos gusta conocer y viajar por tierra!
Desde Rijeka me fui en bus Pula, la ciudad más grande de la península de Istria. Está en el norte del país y colinda con Eslovenia, lo que fue perfecto para mí porque luego querría partir por tierra hacia el norte, hasta la bella Praga.
Pula fue parte del Imperio Romano hace más de dos mil años, por lo que también tiene un anfiteatro que data del año 27 a.C. Después de haber sido conquistado y gobernado por los ostrogodos, luego por los franceses a manos de Carlo Magno y seguidamente por los venecianos, hoy vemos a una ciudad aún dañada por la Guerra Croata de Independencia, que data de hace sólo 20 años. Vemos a los adultos mayores con actitudes menos tolerantes y dañadas, y a jóvenes llenos de esperanza por su nación, con ganas de integrarse y conocer a otras culturas.
En esta linda e histórica ciudad me encontré con un gran amigo y, desde el primer día, tuvimos un exceso de actividades por cumplir. Por supuesto, lo más lindo de viajar, además de conocer la geografía y su gente, es conocer a viajeros con quienes compartir los sueños. Es por esto que nos quedamos en un hostal en pieza compartida, o dorm, cosa que intento hacer siempre cuando viajo. Es ahí donde conocimos al doble de Van Kilmer y a muchos otros viajeros que nos acompañaron por un rato en nuestra corta pero intensa aventura.
Aunque las playas de color turquesa abundan, a diferencia de las comunes ¡éstas no tienen arena! Es una maravilla pues son sólo rocas gigantes las que rodean el mar, en las que uno puede tirarse al agua cálida y nadar como si fuera un lago. La ausencia de olas, los peces de colores y el contraste de estas rocas blancas no hacen más que recordar las películas o fotografías del Imperio Romano.
Tomamos bicicletas y nos fuimos a pedalear a una pequeña península al costado de la ciudad, que es una reserva. Los caminos eran de ripio y por donde miráramos había playas para parar y bañarse, disfrutar y seguir. Puedo decir que estuve la mitad de mi estadía en Pula metido en el agua y la otra mitad caminando o pedaleando para encontrar dónde meternos.
Pula es un lugar increíble para quienes les gusta la naturaleza, la historia y el deporte. El centro de la ciudad ofrece una gran gastronomía con pizzas mediterráneas de otro planeta, mariscos recién salidos del mar y carne deliciosa de cerdo o cordero. Además, en cada esquina se pueden encontrar cafés de aspecto rural al aire libre, perfectos parra sentarse a descansar y disfrutar después de haber caminado todo el día.
Como ven, ¡en Pula hay de todo lo que busca un viajero! Poco a poco veía cómo mi sueño se estaba cumpliendo.