Portofino: la experiencia de la “dolce vita”


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Desde que pusimos un pie en Portofino, luego de tomar un barco en Génova, fue como sentirnos en un set de película. Y no es exagerar; es intentar describir cómo es llegar a una bahía repleta de grandes yates de famosos, un pueblo de infinitos caminos de adoquines y piedras rodeados de pequeñas casas de colores. Por Beatriz Sánchez.

Yates en Portofino, Italia

Portofino y sus característicos yates

Hace algunos  meses, y junto a tres amigas, organizamos un viaje por algunas ciudades de Europa. Sabíamos que no sería una tarea fácil definir cada destino, especialmente al intentar combinar el amor que cada una sentía por algún  un país en particular. Pero el resultado fue mejor de lo que pensamos y una de las experiencias más hermosas la vivimos en Portofino, en la provincia de Génova.

Partimos  nuestro recorrido desde Florencia, tras pasar un tiempo en Venecia. Desde Chile habíamos reservado un tour, por lo que solo debíamos acercarnos a la agencia e identificarnos. Veníamos de días cargados de maletas y viajes en tren, por lo que la comodidad de una mini van y la seguridad de contar con un guía nos gustó. Salimos a primera hora de la mañana y el viaje nos tomó un poco más de dos horas, en las que intentamos, obviamente, dormir.

Y desde que pusimos un pie en Portofino, luego de tomar un barco en Génova, fue como sentirnos en un set de película. Y no es exagerar; es intentar describir cómo es llegar a una bahía repleta de grandes yates de famosos, un pueblo de infinitos caminos de adoquines y piedras rodeados de pequeñas casas de colores. La emoción aumentaba cuando los turistas comentaban que allí vacacionaban desde siempre personajes ligados al espectáculo y la monarquía, y aunque nos vimos un poco derrotadas en el intento de conocer a alguno, con solo sentir que estábamos frente a  un paisaje perfecto, nos dimos por pagadas.

San Fruttuoso, Portofino, Italia

Atardecer en San Fruttuoso

Paraíso mediterráneo

Al llegar nos ofrecieron un aperitivo en la famosa Piazzetta y luego nos dimos todo el tiempo para recorrer con calma. Y así fue como nos sumergimos por caminitos estrechos, casas con balconcitos repletos de macetas y flores; tiendas pequeñas y puestos artesanales. Todo parecía sacado de un cuento, porque en Portofino todo es de una delicadeza sublime, nada ensucia el paisaje y cada cosa está en perfecta sintonía.

Luego de recorrer nos fuimos a la Taverna del Marinaio, que con una exquisita comida y atención hizo valer el costo de lo consumido que, para ser sincera, no se escapó mucho de lo que se puede gastar en más de algún restaurante en Chile.

En el pueblito se pueden realizar distintas actividades culturales, pero nosotras, buscando descansar, tomamos otro barco que nos llevó hasta San Fruttuoso, una bahía pequeña que queda a pocos minutos y a la que solo se puede acceder a pie o por mar. En la pequeña aldea de pescadores nos dedicamos a esperar la tarde y finalizar con una paz impagable uno de los tramos más inolvidables de todo el viaje. Fue vivir, por algunas horas, la real dolce vita.

Piazzetta de Portofino, Italia

La famosa Piazzetta del pueblo

Lugar:

Italia

Intereses:

Navegación Playas

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