Por qué ir a Lituania y Letonia en invierno
Mientras todos estaban de guata al sol en Chile disfrutando de la piscina, la playa y una buena cerveza helada, yo me fui a Europa del Este en invierno. Sólo ahí entendí todas las noticias que había visto de las olas de frío por este lado del mundo.
¿A quién se le ocurre ir a Europa cuando hace frío? ¿A quién le gusta cambiar los 30 °C por -30 °C? Yo creo que pocos se atreverían a hacerlo. “Estás loca”, me dijeron, “¿quién va a esos lugares?”. Y sí, me congelé, parecía oso mutante con tanta ropa. Pero aquí están las razones para visitar Lituania y Letonia en invierno y no en verano.
Lituania
“Bienvenidas al invierno más frío en 30 años”, nos dijeron. El termómetro marcaba -25 °C a las 9 de la mañana en Vilnius. Cuando salimos del terminal de buses nos encontramos con esa típica ciudad de película, todo nevado. La sensación térmica era de -29 °C, una temperatura extrema a la que ninguna de las cuatro estaba acostumbradas. Pero daba igual, la idea era conocer.
Cuando pensamos que nadie estaría de vacaciones como nosotras, nos encontramos un free walking tour por la parte antigua de Vilnius, una ciudad históricamente muy interesante. Se declaró independiente de la Unión Soviética en 1991, por lo que se ven construcciones y vestigios de la pasada de los rusos. Todo tiene un aire al país soviético: la vestimenta de las personas, la carta de los restaurantes, la comida del supermercado y el frío que nos dejó los pies congelados, pero de verdad congelados. Ni los zapatos que teníamos nos servían, pero igual nos metimos en la nieve (algo poco común para nosotras) e intentamos tirarnos en trineo.
Si piensan que estoy exagerando con el frío, se los puedo explicar en muchas cosas: mi celular se apagaba solo cada vez que salía a la calle, estar sin guantes era impensable y tenía el pelo con hielo. Como mínimo ocupaba cuatro polerones, una polera, una capa térmica y tres calcetines. Y con eso sólo podíamos estar un par de horas en la calle. Sin embargo, las personas que viven allí salen y hacen su vida normal. Pero, a favor de ellos, su comida típica es muy calórica. Por eso, como oscurece a las tres de la tarde y el frío aumenta o empieza a nevar, nos fuimos a un restaurant tipo caverna con dibujos medievales. Los platos eran dignos de personas friolentas como nosotras: papas rellenas, dumplings con carne, sopas y mucha, mucha carne. A pesar de que el Old Town está lleno de pubs, nuestra prioridad fue ir a generar calor humano bajo -29 °C.
Un consejo: en Hostelworld encontramos un hostal con muy buenas referencias. Se llamaba Home Made House y era atendido por su propia dueña. Error. Llegamos tan temprano que nos mandó a dormir a la cocina; después, cuando llegó la hora del desayuno, con mal genio nos mandó a la calle y nos dijo que volviéramos a las dos. Congeladas a la vuelta, nos pasó la pieza más helada y nos retaba por darnos duchas de cinco minutos. Lo peor es que leímos las reseñas de su hostel y decían puras cosas buenas. ¡Cuidado con esto!
Del frío de Lituania subimos a Letonia, otro país báltico. Hicimos el viaje en bus y créanme que los paisajes invernales son de las cosas más lindas que he visto en mi vida. A veces me sentía en el Ártico con todo nevado, el campo, las casas y los pueblitos, mientras los pocos rayos de sol que alumbran en invierno mostraban una postal preciosa.
Letonia
No, no es lo mismo que Lituania. Tras cuatro horas de viaje llegamos a Riga. Nos bajamos del bus y estaba nevando, los ríos estaban congelados y los montones de nieve en la calle aparecían por todos lados. Por suerte el hostal era más agradable que el de Vilnius y casi la mayoría de las personas estaban en el living, algo así como los congelados de Riga.
En el único paseo que dimos (por tanto frío) nos encontramos con dos christmas markets, los típicos mercados navideños con monos de nieve, arbolitos de pascua, comida calórica y mucho vino caliente (que ayuda bastante para el frío). Y como hay que integrarse con las personas de todos los países, solucionamos el tema de la temperatura carreteando. Primero nos recomendaron un bar típico, que al igual que Lituania era una caverna. Nos sorprendió que todo el mundo era increíblemente bueno para el karaoke y la cerveza, que por cierto es muy buena (otra solución para los -25 °C). Y, para nuestra mala suerte, no encontramos nada para dejar bien parado Chile, sólo rompimos corazones. El panorama de un jueves en Riga era una disco y, cuando llegamos, nos dimos cuenta de que todos bailaban solos moviéndose entre todos.
Vivir un invierno europeo tiene que ser un must en la vida de un viajero. Puede parecer fome y frío, pero nada es más entretenido que estar en la nieve, disfrutar de un chocolate caliente o una cerveza, y saber que, al igual que yo, otras personas están haciendo la misma locura.