Pasar el Día de los Muertos en México
No sabría decirles exactamente en qué minuto se me metió en la cabeza ir a México para el Día de los Muertos. Hace tiempo tengo ganas de hacerlo, pero recién este año me propuse que debía de ser un sueño a concretar prontamente.
¿He de culpar que ese deseo dormilón ande reviviendo con fuerza a que esté tan de moda toda la estética de la calavera florida? ¿O quizás es la misma Catrina quien me anda recordando ansias enterradas, empujándome a regresar a sus tierras natales? No sigas soñando, dice. Vente ya.
La atracción es fuerte y no hace más que crecer. Así que decidí viajar a México para pasar allí los primeros días de noviembre. En qué ciudad, aun no lo decido. Dicen que cada región tiene sus propios ritos y tradiciones, aunque todos se destacan por una cosa: la celebración a los muertos no como algo lúgubre, sino como motivo para recordarlos con alegría.
Por muy hispanos que seamos todos, la idea de que familias enteras se reúnan a celebrar en cementerios con música y comida se me hace demasiado ajena, casi irreal. Deseo verlo con mis propios ojos, hablar con la gente de allá y entender un poco más de ese rito que encuentro tan curioso y fascinante a la vez. Quiero ver cómo los mexicanos se toman las calles reivindicando el miedo que nos causa el más allá en pro de una fiesta que no deja espacio para la pena.
Necesito aprender de ellos cómo ver en la pérdida tanto color, y en la muerte tanta vida.
¡Qué mágico tiene que ser deambular por calles inundadas de flores, coloridas calacas y velas, homenajeando a los que ya se fueron y que nos piden festejarlos! Al ver esa rica mezcla entre la tradición precolombina y la católica, no puedo evitar notar los contrastes con nuestro solemne Día de todos los Santos. ¿Se imaginan la mirada de algunas señoras si se nos ocurriera poner música en el cementerio?
Como decía al comienzo, no tengo claro a dónde ir. Algunos recomiendan Michoacán, que tiene más arraigada la tradición en su vertiente pre-hispánica, mientras que otros mencionan los altares de San Andrés Mixquic en el D.F., entre varios otros más. Listas y recomendaciones abundan, por lo que tendré que ponerme las pilas y ver hacia dónde dirigiré mis pasos. Eso, y también superar el leve miedo que me causa ir a México en caso de tener que viajar sola. ¿Será tan terrible como dicen? ¿O basta su dosis de prudencia y sentido común? No lo sé, pero presiento que viajaré igual.
Y es que creo que presenciar el Día de los Muertos en México en todo su esplendor se sobrepone a cualquier temor que pueda tener. Y son tantas las razones para ir, algunas más profundas que otras, que ya no me quiero seguir resistiendo.
Catrina, ya llego lueguito.