No conozco Bali ¿y qué?


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Para algunos soy un experto en Bali. Para otros, simplemente un loco que estando en el corazón de la isla no conoce absolutamente nada de este increíble lugar.

 

Campos de arroz en Bali

Campos de arroz

No pude resistirme a los encantos de Ubud y, por culpa o gracias a eso, con la Fran (mi señora y compañera de viajes) no nos movimos de este alucinante pueblo por un buen rato.

En nuestro viaje de un año pasamos un mes completo en medio de las terrazas de arroz. Comimos los distintos platos de “nuestra” picada, nos hicimos masajes, aprendimos yoga y visitamos templos como uno más de los expatriados de Ubud. Incluso nos hicimos socios de la biblioteca que queda al lado de la cancha de fútbol del pueblo y leímos más libros que nunca.

El lugar nos hizo sentir parte de él… y no les explico lo que es tomarse un plain lassy leyendo en alguna de las tantas terrazas de arroz de los alrededores con el único sonido de la naturaleza y el placer de ser absolutamente libres.

Otra de las encrucijadas viajeras

Este sueño cumplido es una respuesta a la eterna encrucijada que enfrentamos los viajeros cuando salimos por largos meses a viajar: conocer mucha superficie en poco tiempo, o poca superficie a mucha profundidad.

TemploDespués de haberlo hecho en Ubud, para nosotros la respuesta quedó clara: cocinar la experiencia el tiempo que sea necesario y a fuego lento hace estallar sabores impensados. Viajar sin apuro es para nosotros la mejor forma de viajar.

Mi abuelo siempre decía “no destruyas una experiencia queriendo embriagarte con ella. Tienes que dejar espacio para una segunda o tercera vez”. Y aunque me embriagué con Ubud, aun así quedaron muchas historias por vivir en esta misteriosa isla.

Rompió mis esquemas

Varias veces intenté sumergirme en la cultura y religión de un lugar, pero siempre he sido un extranjero, un invitado, un errante (con excepciones como la de Turquía). En Ubud no sólo nos permitieron estar en una ceremonia, sino que fuimos parte de ella.

Nunca me ha sobrecogido una manifestación cultural tanto como la danza legong con sus expresiones, miradas y movimientos. Nunca he probado un plato tan rico como el de nuestra picada, ni he disfrutado tanto los colores y olores como con las ofrendas que día a día dejan los locales en las calles. Nunca he visto a tantos expatriados enamorarse de un lugar, ni tampoco a tantos locales respetar de forma tan genuina sus tradiciones.

Ubud está lleno de “nuncas”. Hay quienes dicen que está hecho para los turistas, pero lo que yo sentí es que nunca mi cuerpo ha estado con tanta sintonía como cuando estuvimos en este lugar.

La leyenda dice que la primera vez que uno va a Bali se enamora de Ubud y, a la segunda visita, uno se queda. No sé a dónde iremos en nuestro próximo viaje, pero estoy seguro de que más temprano que tarde volveremos a este pueblo, esta vez para quedarnos.

Danza legong en Bali

Danza legong

Lugar:

Indonesia

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