Mi místico viaje por el río Mekong


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Navegar rodeada de montañas verdes y pueblos que parecen sacados de un documental de National Geographic, es una de las cosas que soñé hacer durante toda mi vida.

 

Los ríos han despertado gran  interés en mí desde siempre, ya que los asocio a rincones exóticos y aventuras extraordinarias. Por eso cuando me enteré que podía navegar durante dos días en el famoso río Mekong tras cruzar desde Tailandia hasta Laos, no lo pensé dos veces.

Durante siglos ha sido utilizado como una ruta de comercio debido a que es uno de los ríos más largos de Asia, con territorio en el Tíbet, China, Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam. Pero no sólo eso, porque hoy también atrae a miles de viajeros como yo que buscan vivir la experiencia de explorar sus místicas aguas.

Daniela en el bote recorriendo el río Mekong

Feliz en el asiento más incómodo creado por el hombre

¿Cómo llego al slow boat?

Se puede hacer por cuenta propia, pero debido a mi apretado itinerario opté por el camino fácil. Tomé un bus hasta Chiang Rai, Tailandia, donde aproveché el día y conocí el majestuoso White Temple. Luego busqué una agencia turística y pagué cerca de 1.500 bath (US$ 45). Salí a comer, tomé en un bar y me fui a dormir. Al día siguiente desperté alrededor de las 6 AM y una van me pasó a buscar a la puerta de mi hostal.

Dos horas me demoré en llegar al pueblo de Chiang Khong, donde está la frontera con Laos. Ahí hice la fila, pagué mi visa, saqué plata y subí de vuelta a la van que me llevó hasta Huay Xai, de donde salía la embarcación.

Pueblo a orillas del río Mekong

Uno de los pueblos que viven a orillas del Mekong

Aconsejo comprar “comida real” para tu viaje, y con esto me refiero a los sándwiches que preparan prácticamente en cada esquina. De hecho, yo me compré dos y fue la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. Si bien adentro venden algunas cosas, siempre será más caro y no tendrás toda la variedad que te gustaría, ya que básicamente son papas fritas en bolsa, noodles y cosas para tomar.

¡Ojo que no se duerme en el bote! El primer día navegamos cerca de siete horas hasta Pakbeng, donde llegamos alrededor de las 6 PM. Ahí buscamos alojamiento que puede ser tan barato o costoso como se desee. Como sólo era una noche, con mi amiga Helen decidimos pagar por una habitación doble que nos costó 25.000 kip (US$ 3) a cada una. No tenía nada cercano al lujo, pero era perfecta para estar pocas horas.

A pesar de que el bote salía a las 9.30 de día siguiente, nos aseguramos de llegar media hora antes para conseguir un buen asiento y disfrutar de las magníficas vistas. Alrededor de las 5.30 PM llegamos al muelle de Luang Prabang y tomamos un tuk-tuk hasta el centro de la ciudad.

Vista del río Mekong desde el slow boat

Cuando paraba de llover abría nuevamente la cortina

¿Por qué vale la pena?

Decidí realizar la aventura en pleno mes de junio, así que se imaginarán que todo estuvo acompañado de un poco (harto) de lluvia. Pero eso lo hizo aún más especial, ya que debíamos cerrar rápidamente las precarias cortinas y evitar seguir mojándonos con las gotas (cascadas) que llegaban desde todas las direcciones.

Cuando paraba de caer agua veíamos los pintorescos pueblos en medio de la verde tierra que bordeaba al río. Los niños saludando, la gente bañándose y los pescadores pasando. A pesar de verse tan tranquilo, el río Mekong es realmente puro movimiento.

Nunca me olvidaré de haber leído Amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez en medio de ese salvaje paisaje. Sin duda el slow boat fue una de las mejores experiencias que tuve en el Sudeste Asiático, así que se lo recomiendo a todos quienes deseen desconectarse un par de días y jugar a pensar en las historias que se esconden tras ese misterioso paisaje.

Lugar:

Tailandia

Intereses:

Navegación

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