Más de la mitad de este pequeño país centroamericano es una reserva natural protegida, por lo que la vegetación y animales están a la orden del día. Eso fue lo que comprobamos en nuestro trekking por el Parque Nacional Mayflower Bocawina. 

Luego de estar inmersos en las ruinas mayas de Tikal y Yaxhá, en Guatemala, emprendimos rumbo en un chicken bus hacia un destino un poco más tropical: Belize. A medida que nos íbamos acercando a la frontera fuimos sintiendo la humedad en el aire, comenzamos a ver paisajes repletos de palmeras, la gente ya tenía la piel más oscura y todos los letreros que veíamos estaban en inglés. Belize es el único país centroamericano que habla este idioma, por lo que tuvimos que poner en práctica todo el inglés que habíamos aprendido durante los últimos meses.

Una de las razones por las que llegamos allí fue para explorar la vasta jungla que tiene el país. Por eso optamos por conocer un pequeño pueblito garífuna llamado Hopkins. Los garífunas son una etnia que se dedica a la pesca y, cuando no están pescando –como ocurrió cuando llegamos, pues estaba lloviendo–, se puede ver a algunos jugando dominó bajo un gran árbol y a muchos otros tomando ron, el licor nacional.

Hopkins es, literalmente, una sola calle

Durante la tarde salimos a recorrer el pueblito a pie, lo que no nos llevó mucho tiempo, pues literalmente es sólo una calle larga. Después de averiguar cómo ir al Parque Nacional Mayflower Bocawina nos fuimos a caminar entre las palmeras de la playa, cuando de repente se puso a llover como si estuvieran tirando baldazos. Decidimos volver rápido al hostal y disfrutamos de una noche de ron local con los otros chicos que también irían al trekking en el parque.

Sorpresas de la naturaleza

A primera hora del día siguiente llegó un lugareño muy parecido a Bob Marley, quien nos ofreció llevarnos en su jeep hasta Mayflower Bocawina. Aceptamos y cinco minutos después llegó en un Vitara descapotable hecho añicos. ¡Fue toda una odisea!

Fueron 40 minutos de viaje pasando por plantaciones de palmeras, piñas y plátanos, campos abiertos, montañas que contrastaban con el mar al otro extremo y mucha, pero mucha vegetación hasta la entrada del parque. En éste hay varios senderos y cascadas que se pueden explorar, pero de acuerdo al tiempo que teníamos disponible optamos por hacer el trekking hacia Antelope Falls, que duraba seis horas.

El camino era muy extremo. Comenzó sin mucha inclinación entre medio de orquídeas, hasta que llegamos al sector de las piedras y el barro, por lo que tuvimos que subir ayudados por cuerdas atadas a los costados como precaución para evitar caídas. Escuchamos varios sonidos de animales e incluso tuvimos la suerte de ver monos aulladores, diferentes tipos de pájaros y lagartijas de varios tamaños que corrían a esconderse cuando nos acercábamos.

Rumbo a Mayflower Bocawina en el Vitara de Bob

Cuando ya íbamos en la mitad del camino se puso a llover, por lo que no pudimos apreciar las vistas panorámicas de toda la zona, pero sí sentir y respirar la densa vegetación que nos rodeaba. Finalmente llegamos a la gran cascada que tenía varios niveles de caídas, lo que la hacía ver muy imponente. Desde uno de los niveles saltamos a la piscina natural donde pasamos un buen rato, aprovechando que la lluvia había pasado (como es un país tropical es común que llueva con 30 °C).

Al regreso pasamos por el mirador del sendero y, como se había despejado, nos impactó con una espectacular imagen frente a nosotros: toda la selva tropical, palmeras, montañas, cascadas, mucho verde y el mar al final estaban a nuestros pies, acompañado del sonido de la jungla. Un lugar mágico que fue nuestro mientras duró ese momento.

Llegamos de vuelta al hostal agotados físicamente, pero con nuestro espíritu aventurero renovado. ¡Definitivamente este es un destino que deben agregar a su lista los que quieren conocer el otro lado de Belize!

En Antelope Falls