Majestuosa Whitehaven Beach

 

En esta increíble isla se pueden hacer caminatas, nadar entre pescaditos de colores, salir a buscar reptiles entre la vegetación o simplemente tomar sol y observar el majestuoso paisaje.  

 

Whitehaven Beach

El panorama en Whitehaven

Mi corazoncito de historiadora perna siempre prefirió el frío de las grandes ciudades europeas a las paradisíacas playas de arena blanca y palmeras. Nunca he ido al Caribe y la verdad es que tampoco me quita el sueño.

Un día decidí irme a vivir a Australia y, sin pensarlo mucho, se me ocurrió que Sídney era una buena idea para llegar. Si no me gustaba, después me cambiaba a otra ciudad. A pesar de que me gusta mucho el mar, nunca fui una persona playera. Eso hasta que aterricé en pleno verano en mi nueva ciudad, con 32°C y una humedad digna del Sudeste Asiático. Lo bueno es que la ciudad tiene más de cien playas para todos los gustos. No digamos que las recorrí todas, pero sí bastantes.

Un día viendo un ranking de TripAdvisor de las playas más lindas del mundo encontré una foto que parecía de mentira: Whitehaven Beach, en el norte de Australia. “Si ya estoy acá, cómo no voy a ir”, dije.

Vacaciones con la familia

A los pocos meses, en pleno invierno, aterrizó mi familia en Australia. La mitad de ellos viven en Punta Arenas, así que escaparnos una semana a las playas del norte parecía la mejor opción para que olvidaran por un rato el frío invierno patagónico.

Lancha en Whitehaven

Hay muchísimos panoramas disponibles

Elegimos Whitsunday Islands, un enorme archipiélago en el estado de Queensland, famoso por ser uno de los mejores lugares para observar la Gran Barrera de Coral. Aterrizamos en Hamilton Island, rogando que el avión le achuntara a la ínfima islita de 5 km2.

Una vez ahí me ubicó un australiano bronceado de casi dos metros, con short y polera, que dijo ser el piloto que nos llevaría a nuestro destino final, Airlie Beach. Se lo presenté a mi papá y me dijo que parecía más modelo que piloto y que ojalá supiera volar, para terminar con un: “Si el avión es una carretilla con alas, no se sube nadie”.

Afortunadamente el avión, en el que cabíamos cinco personas, no era una carretilla con alas, así que nos subimos todos. Como Ken aviador por suerte sabía pilotar, después de unos 20 minutos sobrevolando el paraíso mismo, aterrizamos en un pueblito costero de un poco más de siete mil habitantes, con un clima tropical envidiable durante todo el año. De esos lugares donde de verdad no hay más preocupaciones que descansar y pasarlo bien.

Una vez en Airlie Beach se puede contratar una infinidad de actividades para recorrer las islas que componen el archipiélago. Navegamos entre algunas de las 70 islas que componen Whitsundays, hicimos snorkel en el corazón de la Gran Barrera, en una pequeña playa sin olas, de agua cristalina, entre corales tan grandes que te rompían las piernas, para terminar con lo mejor: la visita a Whitehaven.

Whitsundays

Con la familia

La isla más grande del archipiélago se llama precisamente Whitsunday, está protegida por la ley de parques nacionales australianos, y ahí está la famosa playa. Allí no se puede alojar, hacer fuego ni fumar o llevar animales. En los 7 km de largo que tiene la playa, no se ve nada más que pureza; tiene la arena más fina del planeta, compuesta en un 98% de sílice, que joyeros alrededor del mundo usan para pulir sus piedras y que es tan blanca que no se calienta con el sol, pudiendo incluso caminar sobre ella en los días más calurosos del año sin quemarse los pies.

Se puede hacer una caminata por la isla, subir a un mirador para tener una vista panorámica, nadar entre pescaditos de colores, salir a buscar reptiles entre la vegetación o simplemente tomar sol y observar el majestuoso paisaje delante de uno. Se puede hacer de todo, menos contaminar. Creo que eso fue lo que más me gusto; estar en un lugar donde lo más importante es cuidarlo y no intervenirlo. Eso y viajar en familia a un lugar tan único y especial.

Lugar:

Australia

Intereses:

Buceo Parques Playas

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