Magia valdiviana


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Al volver a Santiago y reencontrarme con ese gigante de cemento que se levanta como queriendo observar y dominarlo todo, mi cabeza viaja los 840 kilómetros de vuelta a esas bellas tierras de verde intenso y gente amable, y casi de forma instintiva comienzo a planificar mi próxima visita.

 

Río Calle Calle

Río Calle Calle

Me encanta Valdivia, hubo un período largo en que no fui, pero ahora cada vez que puedo me arranco y parto a gozar de sus paisajes, comida, tranquilidad y buena onda de los amigos y parientes que ya se instalaron en esa ciudad con ritmo provinciano y un estilo de vida envidiable.

¿La lluvia? Claro, uno podría pensar que es el invitado de piedra siempre presente, que pone los cielos grises y que no deja salir a descubrir, pero los valdivianos le dieron una vuelta de tuerca hace rato y como no pudieron contra el enemigo se unieron a él: hoy toda la comunicación turística local destaca las propiedades de la lluvia y su convivencia con ella. “Lluvia es vida” y “¡Que llueva!”, son algunos de los mensajes dirigidos al visitante, que junto con reconocidas bellezas naturales como la selva valdiviana han sabido potenciar lo bueno que tienen.

Cervecería Kunstmann

Cervecería Kunstmann

De todo

La infraestructura y oferta turística han crecido lenta pero sostenidamente y hoy ya están recibiendo no sólo pasajeros de negocios, sino también visitantes de fines de semana largos o veraneantes que van a sus festivales o a recorrer la zona. Decía un buen amigo que con las escasas lluvias que hemos tenido en la zona central se ha perdido esa sensación invernal de estar junto al fuego escuchando el sonido de la lluvia, o bien el poder disfrutar de los días soleados después de una tormenta donde la vida abunda, y eso lo podemos encontrar en Valdivia. Creo que tiene toda la razón.

Se dice que, producto de la cuenca hidrográfica, Valdivia cuenta con una de las aguas más puras del mundo, y como esta es la materia prima principal para la fabricación de la cerveza, es increíble ver cómo ha crecido la categoría de cervezas artesanales y el notable nivel que han alcanzado. En la zona residencial de Torobayo se encuentra Kunstmann, donde por pocas lucas se puede hacer una buena cata de todos los estilos y sabores de la marca, y prácticamente todos los buenos restaurantes de la zona tienen cervezas locales en su carta.

Isla Teja

Isla Teja

En Valdivia se come de las mil maravillas. Hay variedad de platos y una que otra joyita local como el mítico Valdiviano, especial para reponer resacas feroces o calentar el cuerpo de la lluvia y el frio. Mis elegidos de siempre son el café Haussmann –con sus inigualables crudos y excelentes tortas y kuchenes– y el restaurant Las terrazas del Centenilla –que tiene una ubicación privilegiada, buenos pescados y mariscos además de una atención sumamente personal.

Agrego además La última frontera, un café/restaurant con suculentos platos y buenos precios que en la noche se transforma en quizás uno de los puntos más destacados de la bohemia valdiviana. Para ir a darse una vuelta.

Una experiencia local

Los paisajes del lugar son simplemente fascinantes y creo que debe haber pocas postales tan lindas como los atardeceres del Calle Calle o los acantilados de Niebla después de la lluvia. Una excelente opción para vivir una auténtica experiencia sureña es tomar el mítico Tren Valdiviano que sale desde la vieja estación de ferrocarriles en dirección a Antilhue.

Fuerte Niebla

Fuerte Niebla

Son 28 kilómetros que se recorren durante una hora y media de viaje entre medio de bosques y ríos, donde se deja ver claramente el verdadero espíritu local con sus pobladores saludando al paso del tren, potreros con chanchos y vacas, e imponentes árboles nativos que luchan por hacerse espacio en un espeso bosque.

Los antiguos vagones han sido recreados de acuerdo a la usanza de la época: inspectores con impecable uniforme que al cortar el ticket hacen sonar ese click que evoca viajes que hicimos cuando niños; señoras vestidas de blanco que reparten tortillas, alfajores y otras calóricas delicias que transportan en sus canastos de mimbre; vagones-restaurant donde se puede tomar un tibio navegado; y, finalmente, una recepción al término del trayecto con pie de cueca, venta de productos locales, discurso del alcalde y todo el pueblo participando y disfrutando junto a los turistas.

Valdivia, y nuestro país en general, se merecen mucho más tiempo del que le damos. Arriba de ese tren pensaba sobre cuántos lugares y realidades similares debe haber en rincones que simplemente nunca conoceremos. Pensaba también en el impacto positivo que puede producir la cadena virtuosa que genera el turismo en la gente si hacemos un turismo sencillo pero intensivo en creatividad, en la increíble y variada belleza natural que tenemos, y en lo poco que la marketeamos y vendemos en comparación con otros países similares como Nueva Zelanda.

Al volver a Santiago y reencontrarme con ese gigante de cemento que se levanta como queriendo observar y dominarlo todo, mi cabeza viaja los 840 kilómetros de vuelta a esas bellas tierras de verde intenso y gente amable, y casi de forma instintiva comienzo a planificar mi próxima visita.

Lugar:

Chile

Intereses:

Gastronomía Trenes

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