Los misterios del ALMA, un gran zoom al universo


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Hace un poco más de una semana fui a conocer el centro de operaciones del observatorio astronómico más grande del mundo. Emplazado a 3.000 metros de altura en el desierto de Atacama, está el cerebro de ALMA, el revolucionario proyecto que espera contestar algunas de las preguntas que han acompañado al hombre desde el origen de los tiempos.

 

Antenas en ALMA

Las antenas y Otto, el carro que las transporta

Para comprender la magnitud de este proyecto hay que tener más o menos claro qué es y cómo funciona. ALMA es una asociación de varios países; por un lado está el ESO (European Southern Observatory, que se compone de 14 países europeos más la colaboración de Chile y Brasil y que opera en Paranal y La Silla, ambos observatorios en el norte de nuestro país), Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea y Taiwán. La razón para esta colaboración internacional es que la inversión inicial para echar a andar el proyecto –el más grande y costoso construido hasta ahora–, fue de 1.400 millones de dólares.

Para poder visitarlo nos inscribimos en su web, y el bus de ALMA nos pasó a buscar a las 9 AM al estacionamiento público de San Pedro de Atacama. Después de unos 45 minutos llegamos al centro de operaciones, donde el guía se presentó y nos dio algunas indicaciones, como mirar el “solmáforo” que hay instalado y embetunarnos en bloqueador, porque según recientes descubrimientos, estamos en uno de los lugares con más radiación en el mundo.

A simple vista el lugar parece un campamento minero pero con una vista insuperable; a lo lejos San Pedro, al frente el Salar de Atacama y atrás el volcán Licancabur, el gigante con la punta cubierta de nieve, mirando implacable desde sus casi seis mil metros de altura.

Antena de ALMA

¡Bandera Faro en ALMA!

Un gran zoom al universo

Estábamos a tres mil metros de altura bajo un cielo sin ninguna nube, en un ambiente tan árido que me secaba los ojos y la nariz. La visita comenzó en un corredor con ventanales y paneles con información de ALMA, y el guía –que sin ser astrónomo ni físico, se manejaba increíblemente bien en los temas–, nos explicó “en fácil” cómo funciona este lugar. De a poco me posicioné como la preguntona del curso; me pareció muy extraño que, estando donde estábamos, la mayoría de las personas no se atreviera a preguntar nada.

El proyecto lo componen 66 antenas que se instalaron en una planicie a 5.104 metros, bautizada como Llano de Chajnantor, uno de los lugares más secos y con los cielos menos contaminados del mundo. 25 antenas fueron financiadas por Estados Unidos, 25 por Europa y 16 por Japón; cada una costó 15 millones de dólares y pesa 100 toneladas (lo que pesan 24 elefantes africanos o una ballena azul).

La cosa funciona así: parte de las antenas se pueden mover hasta 16 km a lo largo y ancho del llano, pero hay algunas que son fijas. La gracia de este sistema, que se llama interferometría, es que como hay muchas antenas receptoras funcionando a la vez se va combinando la información que llega y así se obtiene una imagen con mejor resolución. Es como si fuera un lente gran angular que se va agrandando o achicando de acuerdo a lo que se quiera ver. Pero ¿qué es lo que se quiere ver?

Vista desde ALMA

La vista desde ALMA

Observando lo infinito

Hubo momentos de la visita en que me sentía como en volver al futuro, así que para no perderme tomé apuntes, que ahora me sirven para explicar esto. Existe algo que se llama el espectro electromagnético, que es básicamente toda la luz del universo, es infinito y nosotros podemos ver sólo una mínima parte de toda la luz que existe. La gracia de ALMA es que puede ver luz desde muy lejos, desde 12 mil millones de años luz, casi al inicio del big bang, y presenciar así formación de planetas, galaxias y moléculas.

ALMA no para nunca, funciona día y noche todos los días del año y los tiempos de observación se los pelean astrónomos y físicos de todo el mundo. El costo de tener funcionando el observatorio es de 600 dólares por minuto, recibiendo 96 gigas de información por segundo. Al final de un día cualquiera se guarda más de 1 terabyte de información útil.

Trabajadores de ALMA

Trabajadores en una antena

Sería imposible resumir acá todas las cosas que se han descubierto desde que el observatorio empezó a funcionar pero, por ejemplo, gracias a ALMA se sabe ahora que el espacio está lleno de moléculas orgánicas que forman aminoácidos y proteínas. Es decir, los compuestos que son la base de la vida están presentes en sistemas estelares que se están formando y eso significaría que es muy probable que haya vida más allá de nuestro sistema solar.

Esta es una visita que se la recomendaría a todo el mundo. Son increíbles las cosas que se están haciendo en Chile y es un privilegio poder ir, mirar y preguntar todo lo que uno quiere saber. Con un poco de suerte las cosas se ponen aún mejor: pudimos hablar con un ingeniero a cargo y entrar a una de las salas donde los astrónomos reciben todo lo que envían las antenas, donde nos contaron un poco de su trabajo.

Es imposible no sentirse un punto ínfimo en este mundo después de estar en un lugar como este. Una de las cosas que aprendí ese día es que en realidad sí somos polvo de estrellas.

Lugar:

Chile

Intereses:

Astronomía

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