Las maravillas de Baños de Agua Santa


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Monos, volcanes, caminatas eternas y deporte extremo. Imposible no sorprenderse con este hermoso pueblo ecuatoriano. ¡Incluso superé uno de mis mayores miedos! Por María Jesús Pérez Bidegain

 

Selva ecuatoriana

La inmensidad de la selva

Llevaba casi una semana recorriendo Ecuador con dos amigas, la Feña y la Ñe. Estábamos en Quito y la siguiente parada contemplaba unas cuatro horas en un bus bastante precario, que parecía más una micro llena de gente, sin baño y con paradas constantes en cada lugar recóndito de la selva ecuatoriana.

Pero eso no nos importaba, porque teníamos una hermosa vista hacia interminables árboles, plantas y casitas que aparecían sorpresivamente entre tanto verde. Aún recuerdo esa mezcla entre la humedad de la zona y la lluvia que nos acompañó en esas horas de viaje.

Llegamos a Baños de Agua Santa, un pueblo entre medio de cerros y el volcán Tungurahua, con pocas manzanas que se recorrían fácilmente. Cerca de la Plaza de Armas había muchos centros de turismo, donde armamos nuestra ruta. Sólo estaríamos dos días y debíamos aprovecharlos al máximo: un día de selva y otro de deportes extremos.

Mono sonriendo

¡Una de sus sonrisas!

Enamorada de la selva

El primer día fue un momento especial para mí. No sé por qué, pero desde chica me encantan los animales salvajes y después de años viendo Animal Planet todo cobró sentido.

Fuimos a un refugio de monos y mi corazón no podía más de dicha. «No lleven lentes ni nada colgando porque algunos monos están libres», fue la advertencia del guía. Había monos ardilla, capuchinos blancos y otras especies, muchos de ellos libres saltando de un lado a otro. Nosotros éramos los invasores. Otros, nos explicaron, estaban bajo custodia porque estaban viejitos o en tratamiento. Muchos de ellos habían sido rescatados de circos o de personas que los tenían como mascotas. Incluso a la vista es evidente el maltrato físico que han sufrido.

Uno de ellos era el mono más adorable del mundo. Le hablabas y sonreía. Estuve varios minutos jugando con él y, por un momento, olvidé que era parte de un grupo turístico.

El recorrido por la selva continuó con una caminata de tres horas a la que es indispensable llevar mucha agua y repelente. Ese día amanecí enferma por haber tomado agua de la llave, pero no fue un impedimento para ahí, en la mitad de la selva, tirarme en una liana a lo Tarzán. Si ya estaba en Ecuador, ¿cómo iba a perder esa oportunidad?

Mono en la cabeza

Con mi nuevo amigo

Seguimos la caminata y visitamos la comunidad indígena Cotococha. Para llegar había que atravesar un puente colgante que cruzaba el río Napo. Nos pintaron con achiote, una semilla de la zona de color rojizo, tradición típica para quienes visitan el lugar. Lo más lindo de estar ahí fue escuchar el silencio cautivador que sólo se rompía con el sonido de los insectos y nuestras conversaciones.

¡Liberando endorfinas!

Al día siguiente, junto a tres chilenos que conocimos en el pueblo, partimos a hacer canyoning o descenso en cascadas. Como tengo mala suerte, al primer intento quedé con un dedo de la mano y el tobillo esguinzados. Un pequeño recuerdo del viaje.

Fue una experiencia muy linda, porque hacer deporte entre tanta naturaleza es maravilloso. Eran cuatro cascadas, pero en la última (una caída libre de unos 30 metros) me dio pánico y no pude tirarme. No se veía el suelo porque la roca tapaba todo. Esa sensación de no saber lo que estaba abajo me paralizó.

Luego del canyoning, los hombres se tirarían en bungee desde el puente San Francisco ¡de 120 metros de altura! Con mi amiga los acompañamos para sacarles fotos y ver sus reacciones. Entre talla y talla, la Feña me desafió a tirarme. “¿Estay loca?”, le contesté. Siguió con la idea y me convenció. ¡Era la oportunidad!

Me pusieron el arnés y todas las cuerdas de seguridad. Mi corazón latía a mil por hora. Acomodé mis pies en el borde del puente, abrí los brazos y me lancé al vacío. Sentí que mi corazón se paralizó mientras caía 60 metros, hasta que la cuerda se tensó. ¡La sensación de libertad es indescriptible!

Mis días en Baños de Agua Santa terminaron con ese salto. Sin duda es un lugar que está dentro de mis viajes para repetir en una próxima ocasión.

Salto en bungee en Baños de Agua Santa, Ecuador

La hora de la verdad

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