Laos desde el lomo de un elefante


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Nos sentimos como los descubridores de todo lo que nos rodeaba; unos afortunados de experimentar con un majestuoso animal como el elefante y en medio de una epifanía viajera que el mundo nos regalaba.

 

El país del millón de elefantes

Laos fue conocido como el país ‘del millón de elefantes»

“¿Y cómo pretenderán que suba en este enorme animal?”, le pregunté a mi compañera de viajes mientras ella y los demás extranjeros se reían del pobre chileno que debía ‘escalar’ de primero al rugoso animal.

Mientras todos observaban mis infructuosas maniobras, llegó a mi lado un delgado laosiano que con un solo grito, un salto y sin dificultad, se encaramó en ese imponente mamífero. Desde arriba me hacía señas intentando darme el secreto de su hazaña.

Laos sigue siendo una gran incógnita para la mayoría de los viajeros, y mientras sus vecinos atraen a millones de turistas cada año, este encantador país de las sonrisas fáciles guarda prácticas de antaño, encantos y una rica cultura tradicional que pocos tienen la fortuna de disfrutar.

A pesar de que durante 15 años Laos estuvo sumido en crisis políticas y económicas, los viajeros poco a poco han comenzado a arribar. Escasas son las personas, en todo caso, que pueden comunicarse en alguna de sus lenguas, y tampoco ellos manejan muy bien ninguno de los idiomas occidentales. De ahí que desde arriba del elefante, en restaurantes, ferias, hoteles o en cualquier rincón del país conviene estar con la gestualidad pulida y con la intención de comunicar al 100% para disfrutar los excelentes momentos con los laosianos.

Arriba de un elefante en Laos

Después de mucho esfuerzo, logré subirme al elefante

Arriba del elefante

El elefante estaba tranquilo, con una mirada taciturna y con la nostalgia de aquellos que tienen restringida en parte su libertad. En su minuto, Laos pertenecía al reino de Lang Xang o “del millón de elefantes”. Hoy en día su número dista mucho de esa cifra y, así como éste, hay cientos de centros de protección de fauna que intentan frenar el camino del elefante hacia la extinción.

Bajo estas circunstancias han proliferado centros de “conservación” que más parecen circos que otra cosa. Es por lo mismo que, advertidos de este hecho, buscamos con esmero un lugar donde el trato de este gigante fuera responsable y el parque que los albergara les diera la opción de estar en su hábitat. Lo encontramos y, pese a la mirada algo mustia del animal, en el transcurso del día comprenderíamos el buen trato que recibían y la sensibilidad que se producía en las personas que compartían con ellos.

Después de varios intentos lo logré. Desde el cuello y sin más agarre que mis manos en el borde de sus callosas orejas y mis piernas presionadas sobre su cuello, alcancé una visión periférica de la jungla, de la enorme cabeza de mi elefante y, por cierto, de los otros viajeros que ya habían parado de reír sabiendo que pronto les tocaría su turno.

Mahut por un día

Mi día como Mahut daba inicio con una caminata y el aprendizaje de órdenes básicas que me permitirían tener cierto control sobre el animal. El concepto de Mahut proviene de la India y se asocia a aquellos cuidadores de elefantes que generan un profundo lazo con sus animales, y que durante sus largas vidas llevan una relación afectiva y de trabajo con los mismos.

Elefantes en el río de Laos

Entrando al río para escobillar a nuestros elefantes

Estar cerca de uno de estos gigantes es algo tan fuera de lo común como maravilloso. El saber que sus fuerzas trascenderían cualquier intento humano por detenerlo me tenía aun algo nervioso, pero la tranquilidad y calma con las que el animal se movía me permitió entrar en un estado de compenetración propio de las experiencias significativas como estas.

Varias horas compartiendo con nuestros elefantes solo interrumpidas por un apetitoso almuerzo, fueron el primer gran paso no solo para entender a estas increíbles moles, sino también a la gente de este país y, en particular, a los verdaderos Mahut. Verlos reír cuando entrábamos al río y escobillábamos el lomo de los elefantes mientras los paquidermos nos lanzaban enormes chorros de agua por la trompa, era como retroceder en el tiempo y volver a jugar como niños.

De vuelta a Luang Prabang

Volviendo a la ciudad por el río en una pequeña canoa, con hermosas formaciones rocosas de fondo y un arco iris dando color al paisaje, nos sentíamos los descubridores de todo lo que nos rodeaba. Unos afortunados de experimentar con un majestuoso animal como el elefante y en medio de una epifanía viajera que el mundo nos regalaba.

Al tiempo que poníamos los pies sobre tierra firme y los elefantes barritaban a lo lejos, vimos un grupo de 20 niños que saltaban desnudos al río. Más que el país del millón de elefantes, nos llevaremos el recuerdo de nuestros animales y del país del millón de sonrisas.

Lugar:

Laos

Intereses:

Vida salvaje

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