La eterna Navidad de Gramado
Esta ciudad brasileña es la única que no aplica para el dicho “cuándo no es Pascua en diciembre”. En Gramado la Navidad comienza en octubre y termina en febrero. Y se la toman en serio.
Partí tres días después de Halloween, desde un Chile lleno de calabazas, dulces, negro y naranjo. Y llegué a un Brasil que ya llevaba varias semanas celebrando la Navidad.
Pero no parecía Brasil.
Allí, en Rio Grande do Sul, hacía frío, caía una densa garúa que me dejó empapada más de una vez, no había playa y del sol no tuve noticias hasta el último día. Mientras hacía la maleta miraba el pronóstico del tiempo y estuve tres veces a punto de echar la parca. Pero no, es Brasil, qué ridícula.
Y los 10 °C con los que me topé en Gramado me hicieron echarla de menos cada cinco minutos. Pero fueron esos mismos diez grados los que le dieron un toque especial a mi estadía en esta particular ciudad brasileña.
Obsesión navideña
Cuando llegas a Gramado te sientes un poco en Bariloche, hasta que escuchas el primer “oi”. El estilo de las casas, las chocolaterías por todas partes y las calles rodeadas de hortensias azules te confunden, pero comienzas a aclimatarte de a poco.
Recuerdo que, entre medio de todas estas casitas dignas de Hansel y Gretel, hacia donde mirara había Navidad. En mi casa el árbol aparece recién el 20 de diciembre, así que cuando me enteré de que allí las calles empiezan a llenarse de renos y copos de nieve luminosos en octubre, empecé a comprender de qué se trataba todo eso. Y acostumbrarme fue fácil.
Un día me encontré con el mismísimo Viejito Pascuero vestido de civil paseando por Mini Mundo –un parque lleno de miniaturas que, hace muchos años, un abuelo le construyó a su nieta, quien se convirtió en la envidia de todas sus amiguitas… y en la mía también– y le pedí una foto. Ahí estaba, sentado solito en una banca, mientras yo retrocedía 22 años y corría a abrazarlo.
Aún no sé si la obsesión de Gramado por esta fecha del año tiene algún fin, porque sacan todos los adornos en febrero (¡cuatro meses de celebración!). Pero, según entiendo, pretende ser la ciudad con la Navidad más larga del planeta. Y seguro lo logra.
De hecho, tiene una de las dos únicas “aldeas de Papá Noel” que existen en el mundo (la otra está en Finlandia). Allí se encuentra la casa del Viejito Pascuero –los brasileños se agarraban la cabeza sin entender por qué le decía así– e incluso hay un espacio donde viven algunos renos que fueron rescatados del maltrato. Faltó la pura nieve para sentirme en el Polo Norte.
Volví a Santiago siete días después, con unas ganas locas de poner el árbol de Pascua. Después recordé que había que sacar mil cajas con adornos y se me pasó. Pero el espíritu navideño sigue intacto. Lo juro.