Infiltrada en una despedida de soltero en Barcelona

 

Mi inocente visita a la Sagrada Familia no terminó exactamente como yo pensaba. Las casualidades de la vida terminaron conmigo metida en una despedida de soltero en Barcelona.

 

Sagrada Familia, Barcelona

Los alemanes también quisieron posar con Faro

Cada vez que viajo termino en situaciones muy extrañas: nadando con tiburones en Tailandia, bailando en el backstage de Pacha, en Ibiza, muriendo de dengue en un hospital en Vietnam, compartiendo una carpa con una desconocida en Fraser Island, o persiguiendo geishas en las calles de Kyoto, entre cientos de otras cosas.

Aunque parezca lo contrario, siempre intento ser extremadamente cuidadosa cuando elijo mis panoramas viajeros. Pero si la gente me transmite buena onda y la actividad no significa una muerte segura, lo más probable es que termine diciendo que sí, porque ahí es cuando pasan todas las anécdotas entretenidas que después les cuentas a tus amigos. Y esa tarde frente a la Sagrada Familia no fue la excepción.

Daniela, alemanes, Barcelona

Dejé Barcelona para el final, porque mi vuelo de regreso a Chile salía desde ahí. Después de recorrer algunos sitios turísticos claves y caminar por calles bonitas, decidí que era hora de irme de shopping para aprovechar todas las ofertas veraniegas. Alrededor de las 6 PM mi billetera me estaba rogando piedad, así que decidí volver al hostal para dejar las bolsas, guardar mi abusada tarjeta de crédito, sacar mis últimos 10 euros y salir rumbo a conocer la impresionante obra de Gaudí.

Ahí me encontraba intentando capturar la fantástica arquitectura de la Sagrada Familia en mis fotos (spoiler: no pude) y reflexionando sobre mi eurotrip que terminaba la mañana siguiente, cuando empecé a ver a unos simpáticos tipos saltando al frente de mi cámara.

Cena en La Barceloneta

Comiendo en La Barceloneta antes de salir a carretear

Entre risas me puse a hablar con los alemanes que venían a celebrar una despedida de soltero y me preguntaron si quería ir a tomar cervezas al departamento donde se estaban quedando. Los miré con cara de desconfianza y me dijeron que no me preocupara, porque además de ser buenas personas todos estaban casados. Sólo para asegurarme les pregunté si eran asesinos y me dijeron que no, así que como me cayeron bien decidí creerles y fui para seguir conversando con ellos.

Infiltrada en el ritual masculino

Si bien fue un movimiento arriesgado (¡perdón mamá!), no me arrepiento de nada. Resultó que en verdad eran súper buena onda y no paré de reírme con las historias que me contaron. Me dieron cervezas, me invitaron a comer a La Barceloneta, me colaron en su reserva para ir a bailar y no me juzgaron por andar con mi vestido playero y hawaianas de plástico en un lugar donde andar producido era ley.

Hicimos incontables brindis por el novio, bailamos y conversamos sobre viajes, comidas típicas, sus matrimonios y nuestras pegas. Lo estaba pasando tan bien que se me olvidó que al día siguiente me iba temprano y no tenía nada listo, así que cuando me llegó un relámpago de lucidez empecé a despedirme de todos, agarré mis 10 euros, me subí a un taxi y llegué al hostal a las 6 de la mañana.

De vuelta a la realidad

Al día siguiente no me pude despertar a la hora y terminé corriendo al aeropuerto con una de esas cañas donde el suicidio parece ser la mejor opción. Me subí al avión y esperé mi vuelo eterno con rumbo a Chile.

En el camino me fui meditando sobre lo raro que fue haber terminado infiltrada en una despedida de soltero, aunque ellos se portaron demasiado bien, así que creo que son una excepción a la regla. De todas maneras, mi inocente visita a la Sagrada Familia se convirtió en otra historia que se suma a mis anécdotas freak que sólo me pasan cuando estoy de viaje.

Fiesta en Barcelona

Muerta de risa después de unas cuantas copas de vino

Lugar:

España

Intereses:

Fiesta

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