India y sus mujeres

 

Cumplí un viejo anhelo, ir a India. Fue un viaje intenso y muy fuerte emocionalmente, no encontré lo que buscaba, pero finalmente descubrí algo mucho mejor.

 

Varanasi

Con una mujer india en Varanasi

Hace unos 10 años comenzó a brotar en mí un sueño: conocer India. No sé bien cómo ni por qué, pero la idea de visitar ese país se hacía cada vez mayor. Pude ser que por una búsqueda de espiritualidad o para ver algo completamente distinto a mi realidad. Cuando la gente me preguntaba “¿por qué India?” y exclamaban “¡es tan sucio, tan pobre, hay tanta gente!”. Yo respondía “sí sé, igual quiero ir, lo diferente no me asusta”.

Pensaba que estaba preparada. Ya había visto muchas fotos y documentales, y me habían contado historias; pero nada (absolutamente nada) te prepara para India. Sabes que hay basura, ratones, malos olores, que tendrás que ver imágenes muy fuertes de pobreza extrema. Pues bien, déjenme decirles algo: cualquier cosa que les hayan contado no se compara con la realidad. Es una explosión mental para los sentidos, hay olores que no sabías que existían, el ruido de las bocinas es constante, hace calor, millones de personas te miran como bicho raro y te agota la constante lucha con los conductores de rickshaw (tuk tuk), que sabes que están viendo la forma de sacarte un par de rupias de más con uno de sus miles de engaños.

Pañuelos indios

Llenándome de colores

Es intenso, es Delhi. En el momento en que pensé “¿qué hago acá, por qué quise venir?” supe que era momento de escapar a una ciudad más tranquila. Comenzó entonces mi recorrido por la zona de Rajastán, que me maravilló, encantó y a la cual definitivamente volveré.

Colores y sonrisas

Una de las tantas cosas que había escuchado de India es que sus mujeres son tímidas, distantes, frías, no muy sociables y para nada simpáticas. Es fácil decir eso, pues en realidad no ves a muchas mujeres en la calle, ya que su deber es estar en la casa, cocinar y encargarse de los hijos. Cuando salen es para comprar comida o pulseras (que son su devoción). India me mostró finalmente que no puedes creer nada de lo que te digan hasta vivirlo.

Toda mujer que conocí me regalo una sonrisa. Les encantan las fotografías, conversar y compartir. Son muy preocupadas de su apariencia, lucen hermosos peinados, maquillajes, joyas y, por supuesto, vestidos. Sus maravillosos colores son los que le dan esa singularidad y alegría a India, y su amor es finalmente lo que le da la espiritualidad.

Pienso que mi forma de respetar su cultura con mi vestimenta es una de las cosas que me favoreció en mi cercanía a ellas. Jamás mostré hombros o piernas, y en lugares religiosos cubrí mi pelo con un pañuelo.

Puro amor en el Taj Mahal

Mi cara solo demostraba felicidad. Lo había logrado y finalmente estaba ahí. Su preciosa arquitectura llena de detalles me dejaba sin aliento, todo era belleza, en especial un lindo grupo de mujeres sentadas en la sombra. Me acerqué y con gestos les pregunté si podía sentarme con ellas; encantadas me hicieron un espacio y, sin que ellas hablaran inglés o yo hindi, logramos comunicarnos. Con honestidad alabé sus trajes y joyas.

Ya repuesta del calor seguí caminando y me encontré nuevamente con las mayores del grupo. Esta vez fueron ellas las que querían guardar en su cámara un recuerdo mío; me abrazaron y comenzaron a llenarme de besos, y mientras una repetía unas palabras al apretarme las mejillas, sentí como si mi abuela hubiera estado ahí dándome su amor. Los demás turistas miraban la escena sin entender quién era yo, por qué era tan especial. Yo era simplemente alguien que les regaló un momento de espontaneidad y conexión.

Mujeres indias en el Taj Mahal

En el Taj Mahal

Lugar:

India

Intereses:

#ViajerosFaro Gente

Comentarios